Capítulo 34.

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Las manos de Killian estaban adoloridas.

Siguiendo los consejos de Kaelin, el doncel pasó medio hora golpeando a Drancour hasta que sus manos dolieron demasiado para continuar. Descargó toda su ira y frustración en el estúpido dios del fuego. Cuando terminó, se levantó como si nada y se dirigió a la cocina para prepararse una taza de café. Una vez terminado eso, Killian regreso a su habitación para darse un baño y bajar a la sala.

Drancour no dijo nada sobre la paliza. Permaneció inmóvil durante todo el proceso, como si estuviera en un trance del que no podía despertar. Killian no se molestó en cuestionar su falta de acción cuando le convenía de todos modos. Descargó su furia en Drancour para así eliminar toda la tensión en su interior. Funcionó, por lo que después de ello pudo concentrarse en otras cosas.

Cuando terminó de golpear a Drancour toda la energía desapareció de su organismo. Se dejó caer en el regazo del Dios del fuego, con el pecho apoyado sobre él y las manos apretadas. Killian no quería admitir a Drancour o a si mismo que su ira buen pudo haber sido inexistente. En cuanto tuvo a Drancour tan cerca como para percibir el calor de su piel, la ira de Killian fue reemplazada por un deseo y anhelo que le sorprendió por lo intenso que se sintió. Apenas habían pasado unos días, y ya sentía que iba a desfallecer solo por su lejanía de Drancour.

Odió el vínculo que le unía a Drancour.

El Dios del Fuego sostuvo a su destino con tanto cuidado como le fue posible. Ignoró el ardor en su rostro y la pequeña sangre que goteaba de su labios, todo para concentrarse en deslizar sus manos amorosamente a través de la espalda de Killian. En segundos sintió cómo el doncel se derretía bajo sus manos. Killian dejó de ser el tempestuoso pelirrojo por un segundos, convirtiéndose entonces en el doncel débil y necesitado que pretendía no ser.

Drancour no contó el tiempo que estuvieron allí. Killian tampoco lo hizo.

Salieron de su estupor cuando alguien entró a la sala. Killian se apresuró en poner distancia entre él y Drancour, cruzándose de brazos antes de dirigir su mirada al recién llegado.

Se trataba de Mitchell.

Killian no estaba de humor para hablar. Subió las escaleras hasta su habitación y se encerró sin decir una sola palabra.

Más tarde ese mismo día Killian abandonó la seguridad de su habitación solo para bajar a prepararse un sándwich en la cocinar. Mirar no fue necesario para notar que Drancour le estaba observando desde muy cerca. Podía sentir el calor de su mirada clavarse sobre su nuca como un maldito láser. Killian hizo lo que pudo por ignorarlo, pero la intensidad de Drancour era tal que pronto se encontró a sí mismo sintiendo calor en todo el cuerpo.

No estaba en celo.

No entendía por qué…

Killian sacudió la cabeza y se comió su sandwich, para luego beber una taza de café. Sus ojos nunca se encontraron con los de Drancour, mas no hizo falta. Ambos eran dolorosamente conscientes del otro.

Drancour suspiró.

Ese sonido hizo que Killian le fulminara con la mirada.

—¿Y tú por qué mierda estás suspirando, maldito idiota?— gruñó el doncel, veneno en cada una de sus palabras.

Drancour solo lo miró.

Eso enojó aún más a Killian.

—¿No piensas hablar?— insistió el pelirrojo. —¿La golpiza de antes te dejó mudo o qué?

Killian no obtuvo respuesta. Con un gruñido azotó la mesa de la cocina y se acercó a Drancour, una mano levantada con intenciones de golpear al mayor.

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⏰ Última actualización: Sep 16 ⏰

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La Ofrenda Del Dios Del Fuego (BxB) (Última Parte De La Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora