Capítulo 23.

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Killian no estaba del todo seguro si podía hacer otra vez el truquito con el fuego.

Desde ese día Drancour lo vigilaba con mayor atención que antes, atento a cualquier sentimiento que pudiera exagerarse o aumentarse hasta el punto de evocar el poder del fuego. Cualquier mínima cosa que sentía era monitoreada desde cerca por el Dios del Fuego.

Cosa que continuó por aproximadamente una semana, hasta que Killian estalló.

—¡Déjame en paz, maldita sea!

Entonces Drancour dejó de vigilarlo.

Killian no creía que el fuego respondería a su llamado otra vez. Aquella ocasión fue extremadamente difícil y la verdad es que ni siquiera podía recordar cómo fue que su cuerpo liberó fuego. Killian no tenía recuerdos de ese momento. Solo recordaba lo que sucedió después.

¿Cómo iba a hacer algo que no recordaba?

Killian no tenía tiempo para magia ni dioses ni cualquier otra estupidez que pudiese surgir en su vida. Tenía un trabajo al que asistir a pesar de lo mucho que todos a su alrededor parecían ignorarlo.

Era martes, así que se puso su uniforme y salió a trabajar. Claro que el imbécil de Drancour se invitó a sí mismo a seguirlo, para fastidio del pelirrojo.

Prefería estar solo.

Así podía pensar.

No hubo tantos clientes en su turno, por lo que Killian terminó pasando gran parte de la noche en el almacén haciendo inventario de las últimas entregas. Hace pocos días llegó un cargamento de supresores de una marca nueva. Era todo un escándalo porque era la primera marca de supresores creada por un Doncel. Generalmente los Donceles no tenían acceso a las riquezas o la educación que se necesitaba para hacer sus propios negocios. Este Doncel venía de una familia acaudalada que por algún motivo le dió la educación y el trabajo necesario para que tuviera su propia empresa.

Ahora los supresores venían con el estándar de los Donceles. No con el estándar de los hombres, que honestamente no sabían qué mierda experimentaba un Doncel y por lo tanto los supresores eran o muy fuertes o muy dóciles.

Estos Killian no los había probado, pero podía suponer que eran mejores que los usuales.

Cómo si el destino le estuviera enviando una gran broma, a Killian le encargaron revisar los cargamentos de supresores. Claro. "Trabajo de Doncel" le dijo su jefe.

Si tan solo pudiera prenderle fuego a esa asquerosa e irritante sonrisa en su cara.

Killian suspiró bastante alto.

Mitchell no estaba, así que se sentía aburrido en el almacén.

—¿Quieres que te traiga algo?

Drancour a veces actuaba más como un lacayo que como un Dios. No entendía cómo es que podía ser tan magnífico y al mismo tiempo tonto. Podía lucir increíble cuándo sus poderes estaban al máximo, pero también podía ser como un cachorrito regañado que solo quería cumplir los deseos de su dueño.

La verdad a Killian no le molestaba tanto como le gustaba decir. Era conveniente que el Dios del Fuego estuviera dispuesto a hacer lo que le pidiera sin dudar.

Killian ignoró la pregunta con agilidad. Se dedicó a contar las cajas de supresores. Eran de distintos modelos, divididos por edad y etnia. Eso era bueno. Los Donceles y su fertilidad variaban mucho a partir de la edad y el lugar en el que crecían. Los Donceles de cuidad y los Donceles de las tierras lejanas eran muy diferentes.

Estaba bien.

—¿Killian?

El pelirrojo rodó los ojos. En sus manos tenía una tabla, una hoja y un lapicero. No dudo en estrellarle la tabla en la cara a Drancour para ver si así se callaba.

La Ofrenda Del Dios Del Fuego (BxB) (Última Parte De La Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora