Capítulo 19.

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» Su cabeza estaba hundida entre las almohadas. Su cadera estaba alzada. Sus piernas separadas ligeramente. Sus manos apretando las sábanas.

Killian ni siquiera podía recordar su nombre. Todo lo que sentía, todo lo que podía percibir era el más intenso calor recorriendo cada fibra de su ser. Desde sus pies hasta su cabeza, había electricidad circulando por su anatomía. Quería gritar. Quería rogarle a Drancour que terminara con su sufrimiento de una buena vez en lugar de seguir en éste juego, provocando y prolongando aquello que ambos anhelaban con fervor.

Un susurro en su oído. Una caricia en la curva de su espalda. Todo lo que sentía era tan fuerte e intenso que hasta una leve brisa habría sido capaz de destrozarlo. Sus jadeos eran tan fuertes que cualquiera podría oírlos. Si tan solo se asomaban al salón de descanso, podrían verlo ahí. Verlos a ambos.

Killian se mordió los labios tan duro que unas gotas de sangre cayeron hacía las almohadas. El placer, un sentimiento desconocido hasta hace poco, era quizás su sensación favorita. Ese cosquilleo en todo su cuerpo se sentía tan bien que todo lo demás pasaba a segundo plano. Nada más importaba. Ni su patética vida. Ni su tonto trabajo. Ni la maldita guerra entre los dioses. Solo eran él y Drancour.

La espalda del pelirrojo se arqueó cuando los labios de Drancour encontraron el rostro interno de sus muslos. Su lengua trazó líneas a lo largo de su piel, acercándose cada vez más al dulce agujero que emanaba su sustancia favorita. Era una tortura para Killian sentir ese órgano tan cerca de su interior y al mismo tiempo tan lejos. Era como si Drancour quisiera volverlo loco con sus lamidas.

Drancour mordió su glúteo derecho, sacándole un gemido agudo al Doncel.

  —¡Drancour!

Killian sacudió las caderas hacía atrás, buscando más. Drancour deslizó su mano por la espalda de Killian lenta y gentilmente, solo para hundir sus dedos en medio de la curva de su parte trasera. El Doncel soltó un jadeo, pegando su cuerpo a la cama.

Drancour pareció apiadarse. Sus manos finalmente sujetaron las nalgas del pelirrojo y apretaron, marcando sus dedos al mismo tiempo que un largo jadeo salía de Killian. Sin previo aviso separó los dos globos de carne para observar aquel rosado, tierno y mojado agujero.

Se veía apetitoso.

Drancour no dudó en acercar sus labios hacia ese manantial de líquido dulce y transparente. Enterró su cabeza entre aquellos montículos de carne, sacando su lengua para lamer desesperadamente la fuente del lubricante. Su lengua encontró poca resistencia en su camino. Atravesó la tensión de su entrada antes de poder saborear el cálido néctar del Doncel.

Killian gritó al ser invadido. Su cavidad se abrió bajo los toques de Drancour. El líquido brotó de su interior a chorros, oscureciendo la sábanas con su humedad y cubriendo la cara del Dios con sus fluidos. Killian se retorció, pegando su pecho al colchón. Sus pezones erectos y sensibles fueron frotados por la áspera sabana, causando que más y más lubricante saliera de su agujero.

Drancour movió su lengua dentro de Killian. El Doncel cerró los ojos con fuerza, lágrimas derramando por sus mejillas. El placer era demasiado.

Un grito abandonó sus labios cuando una mano de Drancour sujetó su miembro. Estaba siendo estimulado por todos lados. Su agujero, sus pezones y su miembro. Ya no podía aguantar más.

Con un grito se corrió, aún teniendo la lengua de Drancour en su interior. «

Killian despertó de golpe.

Estaba cubierto de sudor. El corazón le latía desenfrenado. Sus manos picaban. Su estómago estaba revuelto. Y entre sus piernas había un desastre de fluidos.

La Ofrenda Del Dios Del Fuego (BxB) (Última Parte De La Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora