Capítulo 27.

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Killian despertó muy enojado. Era de esperarse considerando lo sufrido a manos de Anatolen. Nadie podía esperar que despertara de buen humor cuando en su mente habían sido grabadas las memorias de la agonizante muerte por fuego. Ya jamás podría olvidar la sensación de las llamas lamiendo su piel, derritiendo todo a su paso hasta carbonizar sus huesos. Realmente se sentía mal.

Cuando despertó la primera vez, lo hizo gritando y pateando todo a su alrededor. En respuesta a sus emociones descontroladas una diminuta llama de fuego consumió las cortinas de su habitación, siendo seguida por muchas otras llamas que cubrieron la habitación en segundas. El fuego de Killian estaba tan fuera de control que ni siquiera Drancour pudo apaciguarlo. La habitación entera fue envuelta por el fuego hasta que solo había cenizas en su lugar. No obstante las llamas no desistieron. En su lugar solo aumentaron, subiendo y subiendo por las paredes de manera tan veloz que la casa se habria venido abajo de no por Raheeg, quien sabiamente noqueó a Killian antes de que quemara todo.

Al desmayarse Killian, las llamas desaparecieron. El fuego volvió a su interior.

Killian despertó por segunda vez más tarde en el día. Eran cerca de las dos de la tarde cuando el Doncel abrió los ojos solo para ser asaltado por una serie de imágenes dolorosas. Sangre, fuego, gritos. Eso fue lo único que vió antes de caer en la inconsciencia una vez más.

Drancour se quedó a su lado durante todo el tiempo que hizo falta hasta que Killian pudo abrir los ojos y permanecer despierto sin terminar desmayado al cabo de unos minutos.

Killian finalmente despertó un día después. Abrió los ojos y éstos se le llenaron de lágrimas, pero no sé dejó gobernar por sus emociones como antes. Mantuvo la calma. Se enderezó y miró a Drancour con ojos brillantes, solo para darle la espalda tras unos segundos de contemplación. Killian tragó saliva y suspiró, cerrando sus ojos solo un momento antes de enfrentar a Drancour.

Había tanto dolor en su mirada clara que Drancour sintió una fluctuación en su corazón. El dolor de su destino era su dolor. No podía verlo así y no sentirse destrozado por dentro. Simplemente no estaba en su naturaleza ignorar el sufrimiento de Killian.

—Killian.

—Eso que ví…— murmuró Killian, su voz rota luego de tanto llorar. —¿Quien era él? ¿Por qué su muerte me dolió tanto?

Drancour apretó la mandíbula. Por supuesto que Anatolen le había mostrado "ese día" a Killian.

—No importa— declaró Drancour con tensión. —Eso está en el pasado.

—¿Que?

Killian no podía creer lo que oía. Que no importaba. No importaba la aterradora y dolorosa muerte que algún joven de hace mucho tiempo atrás había tenido, por la cual los dioses querían hacerle la vida imposible. Nunca Drancour le había mentido de manera tan estúpida.

El pelirrojo frunció el ceño, contemplando lo que recordaba de aquella horrenda visión. Fuego. Dolor. Fuego. Dolor.

Morir así debió ser una tortura.

Una horrible tortura.

¿Cómo podía Drancour decirle que no era importante?

¿Acaso él…? No. Killian alejó esos pensamientos. Drancour podía ser arrogante y fastidioso, mas no era un asesino.

No podía ser parte de la muerte de ese joven. No tenía sentido.

Killian decidió enterrar sus dudas en lo profundo de su mente. Debía organizar otras cosas. Como el desastre de cenizas que debía ser su habitación.

Ninguno de los dos volvió a mencionar el incidente por el resto del día. Killian porque prefería evitar peleas cuando su mente aún se sentía débil y Drancour porque no quería que Killian descubriera más de lo que podía manejar. Era mejor quedarse así, con una paz temporal.

La Ofrenda Del Dios Del Fuego (BxB) (Última Parte De La Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora