Killian supo que algo andaba mal desde el momento que puso un pie dentro del almacén. Algo no se sentía bien. No había ninguna razón para sentirse así, pero simplemente sabía que algo era diferente aquel día. Quizás había algo en el aire o sol loo una sensación en su pecho, pero de igual modo sentía que algo raro estaba a punto de suceder. Algo estaba mal.
A pesar de todas sus suposiciones, Killian no podía hacer nada más que seguir con su vida como si no estuviera sintiendo que algo extraño iba a pasar. Fue a la universidad en la mañana, luego fue a comer y fue a trabajar en el supermercado. Honestamente todo le parecía igual de aburrido, pero no es como si tuviera muchas opciones en cuanto a sus actividades diarias. O iba a trabajar o se iba a su casa a ser tan o más miserable de lo que sería estando en el supermercado. En realidad todo era miserable en su vida.
Killian terminó su turno con una expresión llena de fastidio. Su celo se acercaba, así que estaba más irritable de lo normal y su cuerpo despedía cierto olor que la mayoría de los imbéciles clientes del supermercado interpretaba como una especie de invitación para intentar meterse en su cama. Si algo le desagradaba más que los niños era soportar a hombre prepotentes e idiotas que asumían que por ser un Doncel iba a abrirles las piernas tan pronto como le soltaran un par de cumplidos. Quizás Mitchell lo haría. Claro, Mitchell seguramente se sonrojaria y fingiria ser un chico tímido antes de ofrecerse como toda una zorra.
Maldito Mitchell.
Killian estaba tan cansado de rechazar a hombres idiotas que no siquiera tuvo energías para insultar a Mitchell mientras se iba. Solo terminó su turno, empacó sus pertenencias y se alejó del supermercado con una aura tan oscura que mantuvo a todos lejos de él. Killian era un verdadero amargado. Odiaba todo.
Llegar a su casa no fue un gran alivio porque allí era miserable por una persona de la que lamentablemente no podía deshacerse. Su querida y tonta madre.
No es que Killian odiara a su madre. La amaba. E irónicamente odiaba amarla. De no amarla, podría haberse ido y hacer su vida en algún otro lugar. Como la amaba, no tenía intenciones de dejar su hogar en el futuro cercano. Amar a su madre era su dolorosa condena, pues a su lado siempre estaría sumergido en la amargura y tristeza de una vida mediocre que pudo haber sido magnífica en circunstancias distintas a las suyas. Killian tendría que permanecer a su lado hasta que ella muriera. Lo que no sería demasiado tardío.
Su madre tenía cáncer de estómago en etapa terminal. Moriría en cuál momento.
Si tuvieran dinero, ella viviría más. Sin embargo eran pobres y el tratamiento era demasiado caro para ellos. Entre las facturas de luz, agua y todo lo que necesitaban para los cuidados médicos de un doncel, apenas les alcanzaba para lujos como la ropa y los objetos de la casa. Vivían mal. Pero no tenían otra opción más que vivir así.
Killian dejó su mochila sobre la mesa de la cocina, suspirando con pesadez antes de asomarse en el refrigerador para ver si había algo que podía comer. No había nada. Soltó un gruñido y azotó la puerta sin considerar si molestaba o no a su madre. Después de asaltar el resto de la cocina sin éxito, Killian le propinó un golpe a la mesa y se fue de regreso a su habitación con una cara irritada. Ni se molestó en saludar a su madre. La mujer estaba desmayada sobre el sofá, una aguja clavada en su brazo. Era heroína.
Y a Killian no podría importarle menos. Si su estúpida madre quería morirse de una sobredosis antes de que el cáncer la matara, bien por ella. No tenía que perder su tiempo en preocupaciones tontas.
Killian consideró hacer las tareas. En serio lo consideró, solo que decidió ni hacerlo porque estaba agotado. Con su celo a la vuelta de la esquina, su cuerpo empezaba a volver inútil. En algún momento no sería capaz de salir. Esperaba que ese momento fuera mientras estaba en casa. Si entraba en celo en el supermercado o la universidad, los malditos hombres se aprovecharían de su condición. Uhg. Solo pensarlo se le hacía asqueroso. Odiaba a los hombres con una pasión sorprendente.
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La Ofrenda Del Dios Del Fuego (BxB) (Última Parte De La Saga Donceles)
Ficción GeneralKillian es un Doncel poco convencional. En una sociedad dónde los Donceles son en su mayoría mimados como criaturas exquisitas, él es todo lo que nadie quiere ver en un Doncel. Amargado, violento, fácil de irritar y muy odioso con los demás. Vive un...