Capítulo 4.

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Si uno le preguntara a Killian por qué estaba tan molesto, el Doncel realmente no sabría la respuesta. Solo sabía que estaba enojado.

Ver al dios retorcerse de dolor mientras cubría su entrepierna habría sido satisfactorio. Desafortunadamente aquel era un dios, y no iba a ser lastimado por el golpe de un Doncel que nunca en su vida había peleado seriamente. Lo que sucedió fue que el Dios atrapó la pierna de Killian en el aire y lo mantuvo con la pierna estirada como castigo, hasta que Killian perdió el equilibrio.

Al desplomarse sobre su trasero, Killian tenía una expresión tan oscura que solo con verlo podías sentir la ira que se escondía bajo esos ojos hermosos. Killian podía tener el aspecto de una hada bella y preciosa, peor sus ojos eran demasiado expresivos para concordar con su aspecto. Mientras tenía un aspecto delicado, sus ojos eran tan feroces como los de un depredador que busca abalanzarse sobre una presa lo más pronto posible.

Killian fulminó con la mirada al dios.

—¿Quien eres?— preguntó con agresividad.

—Intenta adivinar.

Killian observó su cuerpo envuelto en llamas. Si esto de verdad estaba pasando, entonces había una respuesta muy clara sobre la identidad del dios.

—¿Eres el Dios Del Fuego?

—Sí. Mi nombre es Drancour.

Killian bufó. Qué nombre tan estúpido.

El rostro del dios se arrugó, casi como si pudiera percibir los pensamientos de Killian. Luego se dió la vuelta y empezó a caminar, esperando que Killian le siguiera.

Killian no se movió ni un centímetro a pesar de que entendía las intenciones del dios. Aunque comprendía sus intenciones, la verdad es que a Killian no le importaba en lo más mínimo hacerle caso a ese hombre - dios. Killian estaba enojado. En parte su enojo se debía a qué estaba confundido y muy ligeramente asustado, por lo que recurría a la insolencia para no demostrar sus verdaderos sentimientos. No quería seguir al dios. La otra parte de su enojo se debía a qué se sentía ultrajado porque aquel individuo había estado oyendo sus pensamientos.

Killian no quería averiguar qué tanto sabía Drancour de él.

Emitiendo un largo suspiro, el Dios regresó sobre sus pasos y extendió su mano hacia el Doncel pelirrojo tratando de apaciguar su atormentada mente. Killian solo miró su mano con el ceño fruncido, sin hacer ningún movimiento. Fue después de un largo rato que decidió ver a dónde le llevaría el Dios. Después de todo no conocía ese extraño espacio en el que se encontraban y necesitaba alguna explicación de por qué estaba allí.

—Ven conmigo y te daré todas las respuestas.

Killian rodó los ojos. Qué frase tan estúpida.

El Dios y el Doncel empezaron a caminar, sus cuerpos manteniendo una distancia mínima mientras se iban adentrando más en aquel lugar tan extraño que el menor aún desconocía. Todo lucía igual, un espacio sin direcciones claras ni una orientación directa. Killian ni siquiera sabía si habían avanzado algo debido a lo idéntico que era todo a su alrededor.

Killian agradecía al menos estar vestido.

Después de un rato, las paredes empezaron a cambiar hasta adoptar el aspecto de una habitación común de paredes marrones y muebles poco llamativos. Había una cama. Killian tomó asiento, sus ojos claros analizando todo en busca de alguna amenaza. Como falló en encontrar alguna, se relajó y descansó su mirada sobre el Dios del Fuego, que a su parecer era mucho menos horrendo de lo que decían los libros de historia. Siempre se le describía como el más arisco de los dioses, una figura envuelta en llamas que apenas salía de su encierro.

La Ofrenda Del Dios Del Fuego (BxB) (Última Parte De La Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora