Capítulo 17.

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Cuando Killian regresó al trabajo algo se sentía diferente.

Su apariencia era la misma. Sus expresiones eran las mismas. Su desdén hacia las personas era el mismo. Y aún así todos a su alrededor podían sentir que algo había cambiado. Quizás por su ropa, que por primera vez no lucía totalmente desordenada ni desgastada, o quizás era por el modo en que su cabello parecía caer como una cascada carmín a los lados de su rostro. Algo en él era bastante distinto a lo usual.

Nadie se atrevió a preguntar. Ni los trabajadores ni los clientes regulares, quienes ya estaban más que acostumbrados al Doncel de actitud odiosa. Todos podían ver el cambia en el aura que le rodeaba. Pero el miedo seguía ahí.

Killian siguió trabajando como si nada a pesar de que sentía la miradas curiosas y confundidas de todos a su alrededor. Sabía que iba a pasar. Él mismo se sentía distinto a pesar de que no recordaba haber hecho algo distinto antes de salir de su casa. Hizo lo que siempre hacia: bañarse, vestirse, comer y salir. Bueno, antes de salir recibió un beso de Drancour que lo dejó sin aliento y con el corazón latiendole tan fuerte que podía sentirlo en sus oídos.

Quizás era eso.

Sacudiendo la cabeza, Killian continuó pasando los objetos de un mocoso. No debía tener más de dieciséis.

La mirada de Killian se centró en uno de los objetos que el niño quería comprar. Era una caja de supresores en inyección. El problemas es que eran de un tipo demasiado fuerte para un adolescente. Además, viendolo mejor Killian estaba seguro de que ese niño no era un Doncel. Tenía curiosidad. Y tal vez le preocupaba un poco el destinatario de esos supresores. Recordó todas las pláticas que tuvo con Drancour sobre el daño que hacían los supresores y de repente surgió en él una necesidad que nunca antes estuvo allí. Quería asegurarse de que nada malo ocurriera.

Claro está, que su orgullo no lo dejaría admitirlo.

Descaradamente apartó los supresores y terminó de pasar el resto de la compra. El muchacho estaba tan distraído viendo a los costados con recelo que ni siquiera lo notó hasta que pagó y vio el recibo. Se dió la vuelta y miró a Killian con molestia. Sin embargo era tan intimidante como un gatito, por lo que Killian se mostró aburrido.

—¡Necesito los supresores!— exclamó el chico, haciendo que Killian frunciera el ceño.

Todos los cajeros que oyeron al chico hicieron una mueca. Asumían que el pelirrojo iba a gritarle o golpearle, como había hecho muchas veces con los clientes groseros.

Para sorpresa de todos, Killian solo suspiró y empezó a hablar.

—Esos supresores son demasiado fuertes. Sé que no son para tí, así que dime para quien son y te daré los supresores correctos.

El adolescente se mordió el labio y empezó a jugar con sus manos nerviosamente. Killian podía ver la duda en su rostro. Él lo entendía. No era fácil para nadie tener que lidiar con el hecho de ser un Doncel. Incluso si no era ese joven, debía ser alguien cercano para que estuviera nervioso de pedir supresores.

Killian frunció el ceño aún más, puntualizando el hecho de que estaba esperando una respuesta del chico. El niño tragó saliva antes de inclinarse para susurrarle a Killian la verdad.

—Son para mi hermano…a-acaba de tener su primer ce-celo— su voz apenas fue oída por el Doncel, quien asintió de manera comprensiva.

Killian podía identificarse con esa situación. Sus primeros supresores tuvo que comprarlos su madre y él la acompañó. Era un niño pequeño todavía, pero su madre no tenía interés en buscar los supresores adecuados. Estaba más preocupado por sacarlo a la calle estando en su primer celo, pero no podía dejarlo solo. Su olor podría atraer atención indeseada.

La Ofrenda Del Dios Del Fuego (BxB) (Última Parte De La Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora