Capítulo 25.

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Hace muchos años.

Harpid corría a través del bosque.

Su cuerpo estaba quemado, su ropa desgastada y sus pies sangrando. La nieve por primera vez no le ayudaba. Los el ementos estaban en su contra. Cada uno de sus hermanos le había dado la espalda cuando más lo necesitaba. Ahora estaba solo.

Harpid tenía que llegar a tiempo.

Tenía que hacerlo. Si fallaba, su luz moriría. Harpid no podía permitirlo. Prefería morir mil veces antes que perderlo.

Harpid corrió tanto como podía, el peso de su mortalidad siendo un peso insoportable en su espalda. No solo sus hermanos le negaron ayuda, también tuvieron el descaro de sellar su poder para restringirlo. Como si él fuera el malo. Como si fuera su culpa que el imbécil de Drancour no quisiera ayudarle.

Harpid se apresuró los últimos metros. El humo le alertó de que la hoguera ya estaba encendida. El fuego no tardaría mucho en acabar con su alma. Harpid dejó que su mirada viajara por todo el lugar. En el centro del pueblo estaban las maderas, ardiendo fuertemente con el fuego.

Fuego.

Fuego.

Fuego es todo lo que vio Harpid.

Los gritos de su destino le rompieron el alma. Vio a su amado destino gritar y retorcerse violentamente mientras las llamas derretían su piel. Harpid pudo sentirlo en cada grito, cada gemido que abandonó los labios de su destino. El dolor que sentía su amado era el mismo dolor que sentía. Con su enlace aún débil, era difícil pero ahí estaba. Podía sentir el fuego destrozando cada parte de su cuerpo.

Harpid vió horrorizado que la piel se desprendía de los huesos de su destino. Su rostro era una masa deforme de piel quemada.

Ya no había vida.

El lazo que antes le traía paz y alegría ahora estaba vacío. Nulo.

Nada los unia.

•••••••••••••••••••••••••••

Killian no estaba de malhumor.

Eso era una gran sorpresa.

Nadie estaba tan sorprendido como Drancour.

Para Killian, no estar de malhumor era simplemente estar de mejor humor del que usualmente estaba. No miraba mal a nadie. No insultaba a nadie. No parecía estar a punto de matar a quien se le atravesara. Todo el que lo viera podría decir que había algo extraño, pero nadie tenía suficiente conocimiento de sus cambios de ánimo como para asumir que estaba de buen humor.

Killian estaba trabajando otra vez.

El supermercado estaba casi vacío, con tan solo unos niños corriendo en el pasillo de juguetes y algunos adultos vigilandolos. Killian por una vez no tenía ganas de golpear en la cara a alguno de esos niños. Estaba siendo muy amable.

Mitchell alzó una ceja cuando vio al pelirrojo inclinarse para recoger una botella que se había caído. No había nada llamativo en Killian además de la ropa que llevaba puesta. Eran pantalones ligeros, una camisa corta y una especie de botas negras que subían hasta su pantorrilla. Mitchell no sabía qué ocasionó el repentino gusto por la moda del pelirrojo, pero le parecía agradable que vistiera. La ropa se ceñía a su figura de manera perfecta. Mitchell notó con una ligera envidia que la figura de Killian era demasiado llamativa con esa ropa tan apretada.

Y Mitchell no era el único que parecía notarlo, a juzgar por el modo en que los ojos de Drancour se deslizaron a través de la figura del Doncel. Incluso Mitchell, un Doncel, podía apreciar cuán favorecido era el cuerpo de Killian. Y mientras se agachaba de esa manera, sus atributos eran difíciles de ignorar.

La Ofrenda Del Dios Del Fuego (BxB) (Última Parte De La Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora