Capítulo 5.

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Un mes transcurrió.

La voz de Drancour seguía en su mente. Cada día lo escuchaba. Cada día tenía que soportar los inútiles intentos que hacía el Dios para simpatizarle. No importaba lo que hiciera, Killian jamás iba a aceptar que su destino era atarse a un hombre que no conocía nada y a quien seguramente tendría que servir como una esposa. Killian no estaba en lo mas mínimo interesado. No, su vida ya era miserable como estaba y no tenía necesidad de añadirle más tonterías.

Ir al trabajo y volver a casa mantenían a Killian estable. Aunque lo negara, oír la voz de Drancour también ayudaba a mantener cierta estabilidad. Mayormente era porque su voz lograba callar todos los pensamientos negativos que usualmente controlaban su mente. Drancour y sus tonterías eran una buena distracción. No que Killian fuera a admitirlo.

Killian había recibido muchas correos del hospital en dónde le pedían que pagara las cuentas de su madre, algo que Killian no tenía pensado hacer. Su madre iba a morirse. No tenía que gastar su dinero, el que hacía por su cuenta, en pagar por una breve estadía en el hospital que no hizo nada por mejorar su salud. Decidió borrar todos los correos y concentrarse en su trabajo.

El chico nuevo ya no estaba. Mitchell había vuelto a su trabajo. Honestamente Killian no sabía si eso era mejor o peor.

Mitchell tenía un novio ahora. A Killian tal vez no le habría molestado si el novio de Mitchell no actuara como todos los hombres que tienen un Doncel. Lo único que hace es presumirlo y controlarlo como si fuera una mascota. Eso a Killian le enfurecía. No era porque se sintiera mal por Mitchell, era más su orgullo de Doncel el que estaba herido. Ver a las personas que eran como él ser tratados de esa forma le recordaba que su destino no era otro más que ser el adorno en la cama de un hombre. O bueno, no de un hombre. De un dios.

Killian terminó su turno y miró el cielo estrellado, buscando entre los miles de puntos brillantes en el cielo alguna señal. No la encontró.

Guardó sus cosas y salió, no sin antes lanzarle una mirada poco amable al imbécil que dormía con Mitchell. Realmente lo detestaba y no hacía ningún esfuerzo en ocultarlo. No tenía qué.

Killian hizo lo mismo que hacía siempre. Ignoró a su madre, comió algo y se fue a dormir. Cuando cerró los ojos sintió algo de calor, pero no le prestó importancia que sintió un leve roce de piel en su mano. Por reflejo sacó un cuchillo de debajo de su almohada y lo clavó en la persona que estaba cerca. Se sorprendió de ver qué era Drancour a quien había herido. La sorpresa se le fue bastante pronto, ya que frunció el ceño y bufó antes de darle la espalda.

Drancour emitió el mismo sonido que hacía cada vez que Killian actuaba así, frío e indiferente. Killian era un experto haciéndolo enojar.

—¿Podrías verme a la cara? Tengo que decirte algo importante.

Killian lo ignoró.

—Killian.

Siguió ignorandolo.

—Killian.

No pensaba responder.

—¡Killian!

—¡¿Qué?!

El Doncel tenía poca paciencia y odiaba los gritos. Drancour había conseguido molestarlo muy rápido.

Drancour suspiró, su rostro una clara muestra del fastidio que sentía por tener que estar allí en ese preciso instante cuando bien podría estar en cualquier otro lugar. A Killian le era fácil notarlo. Solo aumentó su enojo el saber que Drancour estaba allí a regañadientes. Si no quería estar cerca de él, podía irse a la mierda. Killian no iba a mendigar por su atención cuando ni siquiera la quería en realidad.

La Ofrenda Del Dios Del Fuego (BxB) (Última Parte De La Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora