Capítulo 20.

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Mitchell estaba distraído.

La noche estaba fría, las calles desoladas y un aire sombrío cubría el ambiente. Algo se sentía mal. Muy mal. Tanto que de hecho lo habría notado de no ser por qué su mente estaba llena de otros pensamientos.

Mitchell no tenía una vida fácil, contrario a lo que muchos parecían creer en base a sus sonrisas y amabilidad. Era un Doncel sin familia, sin guardianes que pudieran defenderlo del cruel mundo. Porque su mundo era cruel desde el momento en que nació. Un Doncel es una desgracia para muchas familias, incluyendo la suya. Lo habrían matado de no ser por las consecuencias.

Claro que esa historia nunca era contada correctamente a los demás, pero sí. Ni siquiera sus padres lo amaron.

Mitchell había aprendido tanto en su infancia como en su adolescencia que era mejor ser un Doncel alegre y complaciendo en lugar de ser un Doncel rebelde o "defectuoso" como oía tan seguido. Sonreír era mejor que dar malas miradas. Reír era mejor que llorar. Todo era mejor para él si simplemente fingia que todo estaba bien y que era feliz. Nadie le decía cosas feas cuando estaba siendo bueno.

Mitchell quizás no tenía idea de quién era en realidad, pero eso era necesario para vivir. Un Doncel no necesita una personalidad, solo necesita sonreír y ser bueno con todos.

Esa era su creencia hasta que conoció a Killian.

Killian era todo lo que Mitchell intentó no ser. Tan despreocupado, tan rebelde, tan… amargado. Por mucho que lo quisiera como amigo, Killian era un amargado sin lugar a dudas. No existía otra manera de referirse a él.

Bueno lo era antes. Ahora parecía más amable, por alguna razón. Una razón muy atractiva cuyo nombre provocaba un cosquilleo en la memoria de Mitchell. Parecía reconocerlo y a la vez no.

Mitchell pensó en eso y mucho más mientras regresaba a casa. Pensó en su bella hija, a quien amaba con todo su corazón. Su hija fue un inesperado regalo, pero un regalo de todos modos. Tenerla en su vientre le hizo replantear muchas cosa, pues en algún momento pensó que si daba a luz a un Doncel no quería someterle al mismo destino cruel que había tenido él. Desde entonces empezó a pensar más, a responder más en lugar de solo asentir con una sonrisa. Eso fue bastante fácil juego de pasar un tiempo en compañía de su amargado amigo pelirrojo.

Su hija era realmente bonita, pensó de repente.

Rubí. La había llamado así porque le parecía que era acorde al color rojizo de su cabello. Fue una sorpresa que su hija resultara pelirroja considerando que su cabello era rubio y el de su padre oscuro (el que Mitchell creía mas probable), pero de todas formas la recibió con brazos abiertos. Su hija era perfecta en todos los sentidos, desde sus mejillas rojizas y regordetes hasta sus ojos verdes claro. Adoraba a su hija más allá de todo.

Por ella había hecho mejoras en su vida. No más novios idiotas. No más golpes que debía ocultar con maquillaje. Quería vivir con normalidad para ella.

Ah, no era momento de pensar en todo eso. Tenía que alcanzar el último autobús a casa antes de que fuera demasiado tarde.

Mitchell estaba caminando por la calle desolada cuando el primer crujido sonó. Era un ruido extraño, casi como el que hacía la tela al ser frotada. Mitchell miró hacia atrás sin encontrar algo, por lo que siguió caminando. De nuevo el sonido llegó a sus oídos, pero lo dejó pasar por un fragmento de su imaginación. Ya era tarde. No podía recordar bien por qué era tan tarde si su turno era hasta las ocho… ah, ya recordó. Era porque Killian había tomado el turno nocturno la semana pasada y Mitchell ésta semana.

Tenía la mente confundida por algún motivo.

Siguió caminando mientras el sonido se hacía cada vez más fuerte. Cuando creyó que ya estaba volviéndose loco, se dió la vuelta.

La Ofrenda Del Dios Del Fuego (BxB) (Última Parte De La Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora