Capítulo 33.

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Killian estaba acostado en su cama.

La etapa de no comer y no bañarse ya había pasado hace unos días. Ahora solo estaba en la etapa de quedarse acostado durante horas sin moverse ni un solo centímetro mientras contemplaba el techo. Comía pocos bocados y se duchaba apenas una vez cada dos días, pero al menos mantenía una noción de higiene básica. Siendo honestos bañarse era una distracción. Podía encender fuegos que hacían hervir el agua en cuestión de segundos, y con esta se duchaba durante horas. El agua quemaba su piel, mas no lo importó.

El dolor físico no podía compararse con él que llevaba por dentro.

Killian se metió a la ducha y encendió el agua, aguantando con una expresión neutra la sensación de ser quemado por el agua hirviendo. Los ojos del pelirrojo estaban vacíos, ya después de todo el dolor que dominaba su cuerpo. Killian estaba cansado de todo. Tenía tantas ganas de solo irse a dormir y no despertar jamás…

Respirar era una tortura.

Vivir era una tortura.

Killian estaba agotado.

Se acostó, dispuesto a pasar el día llorando y lamentándose por todo.

—Veo que eres tan dramático como imaginé.

Killian no tenía energias para gritar o asustarse. Lo único que hizo fue girar la cabeza unos cuantos centímetros para mirar al dueño de la voz que acababa de escuchar. Por un instante no vio más que una imagen borrosa, la cual se fue aclarando con el pasar de los segundos para dar lugar a una figura vagamente familiar. Killian rodó los ojos y regresó la mirada al techo. No era difícil adivinar que se trataba de otro ancestro al que seguramente tendría que oir hablar durante horas sobre lecciones de vida que, francamente, no podían importarle menos.

Killian no se molestó en mirar mucho a su antepasado. No quería saber quién era o por qué razón creían que iba a ayudarle.

Kaelin no se sentó junto al doncel. En su lugar tomó el cabello de Killian entre las manos y lo arrastró hasta el otro lado de la habitación.

Killian chilló.

—¡¿Que demonios te pasa?!

Killian apenas tuvo tiempo de preguntar eso antes de ser golpeado tan fuerte que su cabeza dió un giro. Killian se sujetó la mejilla y miró con completa confusión al recién llegado. No tenía ni idea de qué estaba pasando o por qué su ancestro estaba golpeándole. Solo pudo agacharse cuando otro golpe llegó hasta su rostro, haciéndolo tambalear hacia atrás. Killian se enojó tanto como para invocar llamas en las puntas de sus dedos. No obstante fue incapaz de darles un uso, ya que Kaelin era muchísimo mejor que él luchando.

Kaelin no se inmutó. Si acaso parecía aburrido mientras golpeaba sin descanso a Killian, hasta tenerlo en el suelo para luego sentarse encima de su espalda.

Killian no tuvo más opción que quedarse inmóvil mientras Kaelin ocupaba su espalda. Apretó los dientes y los puños mientras su cuerpo se estremecía de rabia.

Kaelin suspiró.

—Te imaginaba menos patético. No sabía que aquellos con mi sangre podía ser tan debiles.

Killian se enojó mucho al oír esas palabras. Su cuerpo empezó a arder y de sus manos brotaron llamas gigantes que quemaron todo el suelo a su su alrededor. La habitación entera se encendió y Kaelin finalmente retrocedió, aunque sus ojos seguían igual de crueles que antes. Killian no tuvo que pensar mucho más para descifrar quién era el que estaba enfrente suyo.

—Kaelin.

El doncel soltó una risa seca y áspera.

—Ajá.

La Ofrenda Del Dios Del Fuego (BxB) (Última Parte De La Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora