Capítulo 10.

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Varios meses pasaron en calma.

—¡DRANCOUR, TRAE TU MALDITO TRASERO MÍSTICO AQUÍ  AHORA MISMO!

O al menos en tanta calma como se podía considerando lo volátiles que eran las emociones del joven Killian y sobre todo su muy diminuta tolerancia hacia las acciones del Dios del Fuego. Drancour podía hacer algo simple, como encender la estufa, y era suficiente para que Killian le gritara durante horas sobre lo estúpido e irremediablemente incompetente que era. Siempre tenía motivos (según él) para reprocharle a Drancour lo que hacía. Es que incluso cuando intentaba no hacer nada malo terminaba arruinando de algún modo la vida sencilla y monótona que el Doncel quería llevar.

Ignorar a Drancour se hizo bastante fácil cuando estaba de buen humor o cuando simplemente no lo veía por un buen tiempo. Cuando algo le enojaba y Drancour tenía la mala suerte de acercarse, el resultado siempre era el mismo: Killian golpeaba a Drancour con todo objeto que estuviera a su alcance hasta que el Dios se disculpaba de cosas que ni siquiera había hecho.

Se acercaba el cumpleaños de Mitchell y por primera vez Killian tenía planes de asistir. Muy en contra de lo que pensó él mismo, su amistad con Mitchell solo iba aumentando a medida que Killian intentaba ver más allá de lo que según él era una vida perfecta que en realidad no se parecía en nada. En los últimos meses había aprendido bastante sobre Mitchell, incluso aspectos de su vida cotidiana que jamás creyó posibles. Mitchell era hermosos y muy típico como Doncel, mas eso no le garantizaba la felicidad que Killian creía.

Sus padres estaban muertos. Cómo Doncel, ser huérfano le impedía muchas cosas. Requería de un guardián hasta que alcanzará los veintiuno, pero no había ningún familiar dispuesto a aceptarlo. Muy a regañadientes terminó bajo el cuidado de sus abuelos, quienes solo firmaron los papeles antes de dejarlo a su suerte en un diminuto apartamento del centro.

De ahí la necesidad de buscarse tantos novios como fuera posible. Un Doncel, solo y abandonado en el mundo sin familia, es realmente un espectáculo deprimente. Casi no existen derechos para ellos sin un hombre o mujer que esté a cargo de ellos. Mitchell solo estaba buscando alguien que le ayudara a no ser una completa carga dentro del sistema legal. Era su manera de buscar seguridad.

Seguía juzgandolo por ello, pero al menos ya no veía a Mitchell como una zorra descarada. Había aprendido, en unos cuantos meses, a entenderlo mejor. Mitchell era demasiado amable con Killian a pesar de que el Doncel mayor solía hablarle de modos negativos. La paciencia de Killian era poca, y era incluso inferior al tratarse de la dulce personalidad de Mitchell.

Killian pasó un par de minutos vistiendose. Al principio pensó en buscar un atuendo normal debido a que iba a encontrarse con todos los amiguitos Donceles de Mitchell, quiénes seguramente eran iguales de dóciles y afeminados. Sin embargo terminó decidiendo que mejor se vestía como quisiera.

Drancour llegó a su lado mágicamente y le entregó los supresores. En lugar de comprarlos con su miserable salario, ahora solo le pedía a Drancour que se los entregara. La magia debía ser útil para algo.

—Ten.

Sin siquiera dirigirle la palabra, Killian tomó sus supresores y los guardó dentro de su mochila antes de salir.

Drancour ocultó su decepción con una ceño fruncido. Malhumorado y con los sentimientos heridos por la frialdad de su destino, el Dios Del Fuego se vio obligado a permanecer en casa mientras su amado destino se alejaba. El dolor en su corazón no dejaría de existir hasta que Killian lo aceptara como algo más que un simple conocido.

A pocas calles del hogar de Killian, el pelirrojo se encontraba debatiéndose seriamente si todo el asunto había sido un error. Era tan bizarro que él, un Doncel que había presenciado el más brutal enfrentamiento entre dos deidades, se sintieras asustado ante la idea de convivir con otros de su especie. Killian casi se golpeó a sí mismo: estaba actuando como un verdadero idiota y no tenía ningún motivo para hacerlo. Él era fuerte. Y valeroso. No era débil en absoluto. Y por lo tanto debía enfrentar el desafío que se avecinaba con el valor y orgullo del que su familia tanto se jactaba. En sus venas había sangre de reyes, reinas y rey'nes de la antigua era. No debía temer.

La Ofrenda Del Dios Del Fuego (BxB) (Última Parte De La Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora