Drancour se esforzó durante muchas semanas para alejar todo peligro de su destino. Hizo cosas de las que quizás se arrepentiría luego, pero lo hizo porque debía proteger a Killian de sus propios errores. Era su responsabilidad como un Dios proteger a su destino sin importar qué.
Killian se estaba recuperando lentamente bajo el cuidado gentil de Mehmet. El espíritu antiguo no se había ido a pesar de que Drancour se lo ordenó muchas veces. Estaba empeñado en quedarse hasta que su descendiente recuperara la estabilidad y ni siquiera el Dios del Fuego pudo combatir al terco y obstinado príncipe Mehmet. Cuidó las heridas de Killian y sanó su mente poco a poco, eliminando cualquier emoción negativa que el pequeño Doncel hubiera podido mantener encerrada en su interior. Mehmet sabía qué hacer.
Drancour hizo mucho después de deshacerse de las amenazas más obvias. Tuvo que atender a la madre de Killian y dejar una nota en el supermercado para justificar las ausencias de Killian. A su vez también tuvo que lidiar con todos los deberes de Killian, que eran mantener la casa a pie y principalmente limpiar todo. En ocasiones tuvo que asegurarse de que la mente de Killian estuviera a salvo, porque los Dioses seguían infliltrandose de vez en cuando a sus pensamientos. Tenía que vigilar de manera constante al Doncel.
Doncel que había dormido durante más de un mes.
—¿Cuando despertará?— preguntó Drancour por octava vez el mismo día mientras Mehmet revisaba a Killian.
Mehmet, tan expresivo como siempre, hizo una mueca que dijo todo lo que Drancour necesitaba oír. Había obtenido la misma respuesta desde aquel primer día en que Killian no abrió sus hermosos ojos.
—Su mente fue corrompida al igual que su cuerpo. Él despertará cuando haya sanado o cuando desee empezar a sanar.
Drancour ya lo sabía.
¿Como no saberlo? Había hecho la misma pregunta solo para recibir la misma respuesta miles de veces.
No podía hacer nada.
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Killian estaba en un bosque.
No sabía cuánto tiempo llevaba ahí o cuando había llegado. Su último recuerdo era verse envuelto en un dolor insoportable mientras su cuerpo era doblado de maneras inexplicables por una entidad que no podía ver. Luego solo había oscuro fad y una vaga sensación de haber estado en presencia de Drancour. Su mente se quedaba en blanco cada que intentaba pensar más allá de eso. Cada pensamiento era cortado a la mitad siempre que intentaba recordar algo.
El tiempo pasaba muy lento. Killian estaba acostado y era incapaz de moverse, pero podía ver el cielo oscurecer en lo que él suponía era noche. No estaba seguro de donde estaba, pues el cielo que veía por encima de su cabeza era de tonos púrpuras y grisáceos. No era el cielo azul que solía contemplar en busca de respuestas. No, era un cielo muy hermoso.
Killian ya odiaba verlo después de tanto tiempo. Le dolía la cabeza con solo pensar en todo el tiempo que estaba perdiendo al estar allí, inmóvil bajo un cielo que en cualquier otra situación le habría parecido bello. Quería irse. Quería moverse. Quería ver a Drancour.
El aburrimiento era malo para él. Daba paso al enojo. Enojo porque al no ocuparse en sus asuntos solo podía pensar. Se ponía a pensar en muchas cosas; en su vida, en su sufrimiento y en todas las cosas que había hecho para llegar a aquel lugar. Su mente difería en ocasiones. A veces sentía que estaba justificada su manera de actuar hacia los demás. Otra veces sentía que era un imbécil. Y un breve porcentaje de las veces sentía que era tan común y corriente como cualquier otra persona. Lo que más le irritaba era pensar que era normal. Quería creer que era especial, al menos. No uno del montón.
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La Ofrenda Del Dios Del Fuego (BxB) (Última Parte De La Saga Donceles)
General FictionKillian es un Doncel poco convencional. En una sociedad dónde los Donceles son en su mayoría mimados como criaturas exquisitas, él es todo lo que nadie quiere ver en un Doncel. Amargado, violento, fácil de irritar y muy odioso con los demás. Vive un...