Ian rozó con las yemas de los dedos el vidrio labrado en los pasillos que lo llevaban a otra época, a una tierra de pasiones y arena, de amores sin tiempo. Pensó en las historias a escondidas entre los pasillos de esa mansión, en historias secretas, en amores que nunca podrían ser, en encuentros que habían terminado en muerte o en huidas heroicas buscando un nuevo mundo.
«Un nuevo mundo».
Se afirmó a una de las paredes y apretó su corazón, conteniendo las lágrimas, esas que pocas veces dejaba salir, esas que toda la vida le habían dicho que eran sinónimo de vergüenza y desprestigio, una muestra de debilidad. Sus ojos turquesas se tiñeron de esmeralda con el agua salada que corrió por sus mejillas.
«Arenas de pasión sin tiempo».
Que las arenas los envolvieran y los llevaran a un futuro mejor. Que arroparan a su amado con su calor y jamás lo dejaran desprovisto de calidez y amor, de ese que Ian no iba a ser capaz de darle. Las yemas de los dedos volvieron a perfilar los dibujos de peces y el pescador, y el mar abierto vino a su mente, esa inmensidad que estaba cerca, pero no los conduciría a ningún lado, porque la oscuridad se cernía sobre ellos.
Había que ser responsable y fuerte, así como también libre.
Responsable para aceptar su destino, fuerte para cuidar lo que amaba y libre para darse por completo hasta con el último aliento de vida.
Sacudió su cabeza. Este sitio estaba lleno de imágenes que evocaban la pasión, llamas potentes que solo se apagarían con la unión de otro cuerpo, y era lo que Ian haría en ese instante. Necesitaba a Orel. Lo deseaba más que nunca.
Abrió la habitación de Orel y se encontró con la cama vacía. Las sábanas estaban desordenadas, lo que implicaba que el muchacho había estado acostado. Se dirigió al baño, donde la puerta estaba entreabierta. Una invitación. Al menos Ian iba a tomarla como tal. Movió la estructura de madera y halló a su amado sentado en un banco revestido al lado de una imponente bañera. Orel se secaba la piel después de un baño necesario con las toneladas de arena que habían golpeado su cuerpo. Los ojos miel se iluminaron. Dejó la toalla en la orilla de la bañera y abrió los brazos para recibirlo.
Ian se sacudió la arena del cabello, esa que no saldría, excepto con un buen caudal de agua. Dio pasos hacia su amado y se sentó en la orilla de la bañera. Fue puro instinto arropar al muchacho en sus brazos y besarlo. La boca ansiosa de Orel dejó besitos en las mejillas y en la barbilla. Ian le sonrió y le acarició el mentón.
Estaban vivos. Su mente todavía era capaz de crear artilugios para escabullirse de la muerte. Quizá el imbécil de su abuelo tenía razón. Había algo de magia celta corriendo por sus venas.
—Necesito quitarme la arena.
Orel ya le desabotonaba la camisa sin preguntar demasiado.
—Ven el agua. Está hermosa.
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IAN - T.C Libro 2 (Romance gay +18)
Romance¿Hay amores que nos marcan, sin importar el tiempo, la distancia y las personas que vengan después? Ian Callum conoce ese sentimiento. Un dolor inmenso recorre su cuerpo cada vez que esos ojos miel vuelven a su mente, aun sabiendo que no tiene nada...