41 La última noche💖🔥

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Decir que los besos enloquecieron a Orel fue sin duda subestimar la situación

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Decir que los besos enloquecieron a Orel fue sin duda subestimar la situación. Presionó la cabeza de Ian entre sus piernas. Entretanto, este succionaba sobre su hombría y lo llevaba rápidamente al orgasmo. Orel se sentía en caída libre. A lo lejos escuchó los sollozos de placer de una voz femenina y sonrió.

Mayka también estaba pasándola en grande. Era la última noche en Casablanca, quizá la última de su vida, y la harían inolvidable. Las sábanas quemaban. Orel de repente sintió curiosidad por lo que esa joven haría con su amante. La lengua de Ian recorrió su pene una y otra vez, hasta que introdujo en la boca sus testículos y los succionó como si se tratara de caramelos. Orel arqueó su columna, y los dedos posesivos de su amante se aferraron a su cadera.

—Así. —Los soltó y volvió a tomarlos en su boca—. Así quiero recordarte siempre.

En la espesa neblina del deseo, Orel sintió que su corazón se apretaba.

—No quiero perderte —rogó perdido en el placer—, no ahora.

—Esta noche estoy contigo —musitó Ian. Luego sujetó la verga y paseó su lengua en círculos sobre la punta.

Les dio un descanso a sus bolas por unos segundos. Ian se movió hacia arriba y se sentó sobre su pecho. Su propia verga goteante en medio de sus pezones, los cuales apretó como si se tratara de senos, y se frotó allí. Orel gimió frente al cosquilleo que activaba todas sus terminales nerviosas.

—¿Te agrada así, «mascota»?

—Sí, «maestro».

—Voy a darte algo para que comas. —Ian arrastró sus rodillas por las sábanas y subió hasta los tiernos labios, que se abrieron para recibirlo.

El abogado llevó su cabeza hacia atrás, perdiéndose en la humedad y en la estrechez cuando Orel succionaba con avidez y entusiasmo.

—Tu boca hinchada y llena... Te soñé así durante muchos meses —recordó Ian, y meció sus caderas con fuerza—, chorreando mi esencia.

Orel cerró los ojos, y el líquido espeso agridulce tocó sus papilas gustativas. Ian se había venido en su boca. Fue algo tan natural que ni siquiera se molestó en preguntarle si era correcto.

Estaba bien. Para Orel todo lo que su maestro del placer deseara era correcto. El consolador entraba y salía lento y profundo, y después con una rapidez letal. Orel se sujetaba de los brazos de ese bastardo que le succionaba los pezones mientras su mano derecha continuaba con su afanosa tarea.

La puerta se abrió en ese instante. Orel se sobresaltó e Ian rio. Estaba seguro de que los gritos de Mayka eran una señal, una que le indicaban que no pasaría demasiado tiempo para que ambos decidieran compartir su habitación.

Orel no se cubrió ni tampoco se intimidó ante la mujer cubierta por una bata de seda roja, que Bryce deslizaba por sus brazos para dejarla con un corsé, una tanga y un liguero. Mayka era una escultura, sin duda. El muchacho pensó qué tan de buen humor estuvo Dios cuando decidió hacerlos.

IAN - T.C Libro 2 (Romance gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora