Bruselas, Bélgica
El saco de boxeo se había roto en dos partes. La «patada alta» daba de lleno una y otra vez a una velocidad imposible. Las vendas con las que estaban envueltas sus manos se mostraban empapadas de sangre. Y ese hombre no se detenía. La sala lúgubre parecía más bien un centro de tortura y entrenamiento al borde de la muerte. El tipo lanzaba combinaciones de brazos y piernas para luego saltar y golpear más arriba del saco.
Los aplausos detrás resonaron en la cabeza de esa máquina de lucha. Se giró hacia el hombre impecable de cabello rubio y ojos azul grisáceo como un día nublado.
—No me gustaría ser esa bolsa y tampoco tu enemigo —ironizó el hombre, y el luchador continuó con su trabajo—. Hace calor aquí. ¿No tienes un ventilador?
—Anael, estoy ocupado, así que, si vas al grano, las cosas irán mucho mejor.
—Huy, ¡qué rudo! —lanzó Anael, burlándose una vez más de su hermano.
—Y tú eres muy idiota, pero no hay nada que podamos hacer.
Anael chasqueó la lengua, cansado de intentar cabrear a su hermano mayor y no conseguirlo.
—En un par de horas nos vamos a España, así que prepárate.
Bryce dejó el saco y le prestó toda la atención a su hermano
—¿Ya tienes todo listo?
—El equipo ya se marchó. —Se cruzó de brazos—. Llegarán incluso antes que nosotros.
—¿Por qué carajo has hecho eso?
—¿Qué pasa? —indagó molesto—. ¿No te gustaría un poco de acción en la carretera?
—Sabes que es peligroso y, además, es ponerse al descubierto.
—No nos verá —afirmó confiado—. No le daremos tiempo.
—Lo subestimas. Puede que no sea el Callum más peligroso, pero no se rendirá. —Bryce se sacudió el cabello oscuro empapado de sudor.
—Está solo —aseguró Anael—. El muchacho que lo acompaña es solo una criatura asustada.
—¿Por cuánto tiempo estará solo?
—¿Qué? ¿Piensas que los demás intervendrán? Son pocos los que lo soportan. Ni siquiera su medio hermano daría un céntimo por él.
—Me recuerdas a nuestro padre —comentó sin gracia—. Así era de confiado, y mira cómo terminó.
—El confió en Callum, Bryce —replicó dolido—. Era un plan perfecto, pero él debía traicionarlo.
Bryce se secó el sudor pasando sus manos por el torso, embadurnándolo con sangre. La muerte de su padre era una enorme herida que todavía sangraba como el primer día.
—Hemos tenido muchas oportunidades de matarlos antes, así que ¿por qué aceptaste ahora?
—No hay mejor oportunidad que esta.
Bryce levantó la guardia y volvió a la tarea de golpear la bolsa.
Anael esbozó una sonrisa malévola.
—Tienes razón —dijo al final—. Ian intentará conseguir refuerzos de entre su gente de confianza. Por ello va rumbo a Toledo.
Bryce cerró los ojos y sacudió la cabeza. Sabía que llegarían a ese tema del cual tampoco quería hablar, uno que estaba ligado a la muerte de su padre y la suya también. El peor golpe que «el demonio Morgan» había sufrido.
—Hay que matarlos antes de que lleguen a Toledo. —Se crujió los huesos.
—¿Qué pasó con eso de que era una estupidez exponerse?
—No voy a enfrentarme con ella en Toledo y fin de la discusión.
Anael se humedeció los labios.
—Y al fin usas el cerebro. Sabes perfectamente a dónde se dirigen entonces. Y estoy muy seguro de que tu examante los va a ayudar. —Bryce le dio la espalda y continúo trabajando. Anael puso los ojos en blanco—. Por Dios, deja de comportarte como un adolescente y prepárate.
—Anael...
—Sí, ya lo sé, tranquilo. Los mataremos antes de que lleguen a tu eterno y no correspondido amor. —Anael dio un suspiro y se peinó el cabello.
Bryce se quitó las vendas y pasó la mano por su frente.
El agua y el aceite o, como la gente los llamaba, el ángel y el demonio.
—Te pareces a ellos —dijo Bryce, y Anael río.
—Imposible.
—¿Sí? ¿Por qué?
—Porque jamás arriesgaría mi vida por amor y menos por un hombre.
—Nunca digas nunca —sentenció Bryce, y Anael volvió a reír.
—Es la verdad. Ian Callum está a punto de perder su vida por un tipo cuando jamás se preocupó por nadie. Y tú casi mueres arrastrándote por Mayka Callum. Eso debe dejar una enseñanza, ¿no crees?
—Tiene algo por lo que luchar. —Bryce se alejó—. Algo que le importa más que nada.
Anael se cruzó de brazos. Su hermano estaba tan perdido en su miseria que todavía no se percataba de lo que estaba por acontecer.
—Nosotros también lo tenemos —declaró con firmeza—, y se llama venganza.
—¿Crees que es suficiente?
—Pues más vale que lo sea, porque nos han pagado para deshacernos de ese problema.
—En caso de que fallemos antes de llegar a España. Necesitaremos un equipo con diez hombres, no más que eso. Si están bien entrenados, el trabajo se ejecutará rápido.
—Los he escogido personalmente en el momento en que acepté el trabajo, pero será un grupo más grande —aclaró Anael, y comenzó a quitarse la camisa.
Bryce frunció el ceño.
—¿Qué haces?
—Una pelea contigo. Ahora.
Bryce puso los ojos en blanco.
—Por favor, Anael.
—Vamos, tenemos algo de tiempo. ¿O qué? ¿Tienes miedo?
Bryce se giró hacia su hermano y se frotó las manos.
—Sí, tengo miedo de quebrarte algún hueso y dejarte inservible para esta pelea.
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IAN - T.C Libro 2 (Romance gay +18)
Romance¿Hay amores que nos marcan, sin importar el tiempo, la distancia y las personas que vengan después? Ian Callum conoce ese sentimiento. Un dolor inmenso recorre su cuerpo cada vez que esos ojos miel vuelven a su mente, aun sabiendo que no tiene nada...