Ámsterdam, Países Bajos
El agua corría y bordeaba la ciudad. Orel pensó que tenía tanto de hechizo y de romance como Venecia. La Edad de Oro de Holanda del siglo XVII estaba reflejada en cada construcción, en la frescura de la gente. Tenía misterio, como esas ciudades escondidas que guardan sus mejores partes a aquellos que se animan a recorrerlas.
Orel llevaba un par de meses visitando Europa junto a sus amigos, Vanya y Oleg y su novia. Una locura de jóvenes ricos, pero habían insistido y eran tan buenos con él que Orel terminó aceptando. Su hermano estaba feliz de que por fin se animara a salir al mundo después de lo sucedido hacía un año. Los chicos eran divertidos, graciosos y comprensivos, pero a su vez respetuosos del espacio de Orel. Sabían algunas cosas de él y le permitían abrirse despacio a ellos, como si se tratara de una flor llegada la primavera.
Caminaban lentamente y observaban cada rincón mientras se tomaban fotografías. La ciudad de día era fantástica y se ponía mejor de noche con sus bares y la posibilidad de beber cerveza exquisita. Mía abrazó a su novio, y este le dio un beso en la frente. El dolor de la conversación de la mañana había pasado.
—Te amo mucho, ¿sabes? —dijo la chica sin quitarle los ojos de encima. Lo repetía siempre. Orel se sentía muy afortunado de tenerla.
—Yo también, amor —respondió con ternura, y esta vez se dieron un beso en los labios.
La conversación de la mañana hizo aparición en la mente de Orel, quien se esforzaba por poner más de sí, pero era inútil. Ella desconocía que los mejores besos, abrazos y sonrisas Orel ya los había dado. Sin embargo, no estaba dispuesto a perder a un ser maravilloso por un fantasma. El muchacho se propuso ser una nueva versión al lado de ella.
—Oigan, vamos por una taza de café. —Vanya se metió entre ellos y se colgó de sus hombros como siempre hacía.
—Caminemos un poco más —comentó Oleg, y Vaya puso su carita de «gato con botas», como decía su hermano, Iván.
Ese era el gran talento de Vanya: hacía a todos girar alrededor de ella. Era un sol, e iluminaba del mismo modo.
—Aquí es perfecto.
Los chicos se pararon frente a un café pequeño y pintoresco. Al final, accedieron al pedido de Vanya.
Orel echó un vistazo alrededor. Había turistas. Algunas personas caminaban rápido, apuradas por llegar al trabajo. Se imaginó lo diferente que seguramente les parecía a esas personas la ciudad. Ellos nunca se deleitarían de la manera en que lo hacían los turistas. Orel se maravillaba con las ciudades que recorría. Jamás esperó tener esta posibilidad. Y agradecía tener a su hermano y a su tonto esposo, a sus locos amigos y a su dulce novia.
Algunas personas reían a carcajadas y otras iban atentas a su celular. De pronto, entre ese tumulto de seres que iban y venían apareció un rostro que le causó escalofríos. Su mundo estaba a punto de tambalearse.
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IAN - T.C Libro 2 (Romance gay +18)
Roman d'amour¿Hay amores que nos marcan, sin importar el tiempo, la distancia y las personas que vengan después? Ian Callum conoce ese sentimiento. Un dolor inmenso recorre su cuerpo cada vez que esos ojos miel vuelven a su mente, aun sabiendo que no tiene nada...