Las tres camionetas grises estacionaron en la puerta de la propiedad de Mayka Callum. Bryce le echó un vistazo al predio de altas paredes y cámaras de vigilancia. Sabía que debían anular las treinta cámaras con las que contaba. Habían repasado una y otra vez las dimensiones del lugar y los accesos mediante sus planos. Bryce tamborileó los dedos en el volante. Los latidos de su corazón volaban. Pronto todo terminaría y la puerta que había quedado abierta por tanto tiempo se cerraría para siempre, y con ello se llevaría el último aliento de Mayka Johana Callum, su amor, su verdugo.
Anael le tocó el hombro.
Todos controlaron sus relojes.
—Ya saben qué hacer. Los acorralan y los detienen, no los maten. Son nuestros —dijo Bryce mientras se colocaban las capuchas y los cascos junto a los visores nocturnos.
Era cerca de las cuatro de la mañana. La idea era terminar antes de que el sol saliera y destruir el lugar sin dejar rastro junto a quienes lo habitaban.
—Cuídense de las trampas —comentó Anael—. Estos bastardos tienen muchos trucos. Destruyan las cámaras, así les quitamos visibilidad. Ajústense al plan. Son nuestros.
—Entendido, señor —contestó uno de los mercenarios.
Y descendieron de los vehículos en medio de la oscuridad.
La luna estaba en su máxima plenitud. Sus destellos plateados llenaban los puntos oscuros. Bryce acomodó el cuchillo en su cintura.
«Lo estás pensando demasiado», se dijo a sí mismo una y otra vez, deseando ser un poco más como sus hermanos, pero, por supuesto, ellos nunca lo entenderían. El amor jamás los había rozado. Y el demonio odió haber sido invadido por esa emoción imbécil porque, de no ser así, en ese momento su cabeza no haría tantas conjeturas cuando estaban a las puertas de un trabajo rápido y limpio. Dos Callum y un civil no serían suficientes para su equipo. Corrió hacia la parte de adelante e hizo señas a uno de los muchachos, los cuales acomodaron el mortero para derribar el enorme portón de madera y metal.
Un par de golpes contundentes y la gran estructura maciza se desmoronó ante sus ojos. Los hombres corrieron hacia el interior del enorme predio. Bryce y Anael se pararon en la puerta. Bryce se enfocó en una de las cámaras y apuntó con la ametralladora, haciéndola añicos. El hogar tranquilo y apacible de Mayka estaba siendo profanado.
***
Ian se puso de pie cuando escuchó el ruido de los motores. El lugar era tranquilo. En todo el día habían escuchado solo un par de vehículos, por lo cual resultaba bastante extraño. Entonces, cuando se asomó por la ventana y avistó las camionetas, supo que habían llegado.
—Están aquí —informó, y se movió rápido para vestirse, del mismo modo que Orel.
—¿Qué hacemos?
—Vamos por Mayka, y no te separas de mí, ¿está claro?
Orel asintió asustado, pero seguro del hombre que iba a su lado. Su entrenamiento debía esperar. Quizá nunca sería necesario a este paso. Ian le arrojó un pantalón y una camisa, y el muchacho rápidamente se los colocó. En menos de dos minutos corrían hacia Mayka, quien salía de la habitación para buscarlos. Fue cuando el potente mortero derrumbó el portón de entrada.
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IAN - T.C Libro 2 (Romance gay +18)
Roman d'amour¿Hay amores que nos marcan, sin importar el tiempo, la distancia y las personas que vengan después? Ian Callum conoce ese sentimiento. Un dolor inmenso recorre su cuerpo cada vez que esos ojos miel vuelven a su mente, aun sabiendo que no tiene nada...