—¿Lo amas? —Mayka se colocó al lado de su primo en el enorme sofá color chocolate de la sala y cruzó sus piernas en posición india, frente a ese hombre que siempre le pareció un ser sin alma, al que no le temblaba el pulso al tomar decisiones para proteger el «honor» de la familia.
Ian sonrió y movió las manos.
—Lo amo —afirmó sin miedo a sentir por primera vez en su vida—. Lo supe hace más de un año, pero no tuve la fuerza de luchar por él, de abandonar el matrimonio con Yvette. En mi mente solo tenía la idea de que estaba traicionando a todo el mundo. Al transcurrir el tiempo, y él continuaba en mi cabeza, entendí que solo me estaba traicionando a mí mismo.
Mayka juntó sus manos y las colocó cerca de su cara. Le resultaba increíble encontrarse con un Ian tan cambiado y feliz, porque lo estaba. El bastardo estaba contento a pesar de toda la mierda que los rodeaba.
—Sé que es una locura. Es decir, soy un hombre de cuarenta años —dijo con una gran sonrisa—. Y créeme, iba a resignarme a mantener mi matrimonio con Yvette.
—Entonces vino Dominic...
—Sí —bebió una copa de vino, la cual su prima le había servido mientras Orel se cambiaba de ropa y se refrescaba—, Dom me hizo entender que nada es imposible en cuanto al amor y su pasión irrefrenable me hizo creer en mí mismo.
Mayka le golpeó la pierna. La verdad era que la ponía muy feliz que al menos uno de ellos estuviera más cerca de su sueño.
—Me alegro de que las cosas vayan mejorando a nivel emocional, aunque estimo que no has venido para presentarme a tu amor.
—Lamento no poder decir que sí.
—Hombre, ¿quién carajo es? —La muchacha peinó sus cabellos negros—. Dejaron un desastre en Francia, ni hablar en la autopista.
—Estoy seguro de que los tipos que nos atacaron en la carretera no son los mismos que organizaron el ataque en Marsella. Jamás pude verles la cara.
—¿Buscaste las patentes?
—Sí. Corresponden a dos ancianas francesas, así que estimo que no hablamos de asesinas a sueldo entrenadas.
Mayka colocó la mano en el mentón; su dedo medio acarició su labio inferior regordete.
—¿Las Charpentier podrían dirigir esto ellas solas?
—Solo tienen dinero —replicó—. Han contratado a gente para que haga el trabajo sucio, como siempre hacen. El tema es que los conductores de los autos se parecen mucho más a nosotros.
—¿Algún sospechoso?
—Tenemos muchos enemigos. La verdad el abanico es grande, pero ¿te digo algo?
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IAN - T.C Libro 2 (Romance gay +18)
Romance¿Hay amores que nos marcan, sin importar el tiempo, la distancia y las personas que vengan después? Ian Callum conoce ese sentimiento. Un dolor inmenso recorre su cuerpo cada vez que esos ojos miel vuelven a su mente, aun sabiendo que no tiene nada...