Una lluvia de proyectiles cayó sobre la familia. Se escucharon los gritos ensordecedores de la gente, que corría despavorida para salvar su vida. El mundo de pronto se tornó tinieblas. La policía actuó rápidamente, pero el grupo armado tomó el lugar, disparando sobre todo lo que se movía. Un comando de alrededor de veinte hombres armados hasta la médula, de trajes negros y rostros cubiertos con máscaras.
—¡Al suelo! —gritó la policía en medio de la histeria colectiva, los golpes, el llanto desgarrador y la desesperación.
Nadie lo esperaba. Es decir, en cada evento existía una planificación de la seguridad, pero siempre había fallas, grietas en donde los hijos de puta se metían y se abrían paso. Los hombres habían asestado el golpe en el corazón del evento. La mayor parte de los invitados estaba en la alfombra roja en ese instante, sin posibilidad de escape.
Entonces, como si fuera poco, un segundo grupo bajó de uno de los yates mientras apuntaba y gritaba, pero sin disparar. Orel entendió cómo funcionaba la operación.
El primero era solo un implante distractor. El que presentaba verdadero peligro era aquel que iba con un objetivo específico. ¿Cómo lo sabía? Fácil: los tipos no disparaban a mansalva, sino que trataban de ubicar a alguien entre la multitud que corría o se arrojaba al piso llorando.
—Te buscan. —La mano de Yev sujetó el brazo de Orel, y este abrió sus ojos por la sorpresa—. Muévete. Hay que salir de aquí.
El ruido de las balas del otro lado y los gritos dejaban poco margen para el pensamiento racional. La alfombra roja comenzaba a mojarse con la sangre de las víctimas.
Yev arrastró a su hermano, quien estaba paralizado por el miedo. Dennis y los demás corrían delante de ellos.
—Hay que salir en uno de los yates —le dijo Yev a Dennis.
—No entiendo —susurró Orel.
—Te quieren a ti. Es una emboscada.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Dennis.
Él corría a su lado y esquivaba gente.
El muelle era la única salida. Muchos incluso se lanzaban al agua y nadaban hasta los barcos de personas que veían el espectáculo desde lejos. Algunos de los que se arrojaban a las aguas se mantenían allí, rogando no ser visualizados entre las penumbras.
Un yate pequeño se ubicaba al final del muelle, a varios metros de su ubicación. Dennis les señaló el sitio a donde debían dirigirse y quedó rezagado. Corrían tan rápido como sus piernas lo permitían cuando dos disparos alcanzaron al periodista.
—¡No! —gritó Yev, y los muchachos frenaron su huida para intentar ayudar a Dennis.
Solo estaban ellos, ya que la policía estaba demasiado ocupada.
ESTÁS LEYENDO
IAN - T.C Libro 2 (Romance gay +18)
Romansa¿Hay amores que nos marcan, sin importar el tiempo, la distancia y las personas que vengan después? Ian Callum conoce ese sentimiento. Un dolor inmenso recorre su cuerpo cada vez que esos ojos miel vuelven a su mente, aun sabiendo que no tiene nada...