Mil kilómetros los separaban de Casablanca. Orel se puso al volante y manejó a toda velocidad, como si poco a poco se acostumbrara a la locura en la que vivían estos hombres.
Pocas paradas, excepto para descansar unos momentos e ir al baño y, por supuesto, revisar a los heridos. Era agotador. A su mente también volvían constantemente su hermano y su cuñado, de los cuales no había tenido noticias.
«Eso es bueno. Si hubiera muerto, tu hermano te habría avisado».
Había momentos en que Orel quería matar a Jared Callum y comenzó a entender a su amor, que le decía que eran como el agua y el aceite.
Se detuvieron en una de las estaciones para cargar combustible y aprovechó la oportunidad para comunicarse con su familia.
—¡Ha despertado hace un par de horas! —La alegría y el llanto de Yev ejercieron un efecto contagio en él. Orel quería dejar de llorar, pero era incapaz de hacerlo. Estaba tan feliz y aliviado de que Dennis saliera de la situación en la que estaba.
—¿Cuándo se irán de allí?
—El médico me ha dicho que debemos permanecer aquí al menos por una semana más.
—¿Y cómo lo ha tomado Dennis?
—¡Quiere irse ya! —gritó Yev, loco y enojado con su esposo—. Este idiota todavía no entiende que está vivo de milagro.
«Nosotros también».
Orel no iba a decirle toda la odisea que había transcurrido en los días que se habían mantenido alejados. No era justo para un corazón tan afligido como el de Yev.
—¿Y tú cómo estás?
—Estamos rumbo a Casablanca.
Yev se quedó en silencio.
—Pensé que ya habías llegado.
—No, tuvimos algunos desperfectos con el vehículo, aunque, descuida, nada que nos detenga.
—Te amo mucho, cariño. Sé que no lo digo con frecuencia, pero...
—Lo sé, Yev. Yo también. Y me alegro de que Dennis se esté recuperando.
—Mía llamó y preguntó por ti.
Orel dio un gran suspiro, sintiéndose un patán de los peores. La chica se había borrado de su mente en el momento en que su cuerpo se unió al de Ian.
—¿Y qué le dijiste?
—Que estabas bien y que la llamarías.
Orel comenzó a reír.
—Sabes que eso no pasará. Ni siquiera podría dirigirle la palabra ahora.
—¿Volviste con él? ¿O solo fue un polvo?
—¿Piensas que estoy dispuesto a un polvo nada más con él?
Yev chasqueó la lengua. En el fondo siempre había sabido que su hermano volvería a ese hombre que tenía una fuerza de atracción increíble.
—Ahora corres más peligro que nunca.
—Ya lo sé —respondió Orel con tranquilidad—, y voy a luchar junto a él, Yev.
—Recuerda que te amamos y te esperamos en casa, por favor.
—Yo también los amo con el alma. Hablamos después, ¿sí?
Lo último que necesitaba Orel era una discusión con uno de sus seres queridos, más ahora que el destino se tornaba cada vez más incierto.
—¿Puedo llamarte más tarde?
—Mejor no. La señal por momentos es mala. Lo haré yo.
—Está bien, Orel. Cuídate mucho.
—Saluda a Dennis de mi parte.
—Nos vemos, cariño.
—Adiós, Yev.
Orel miró el celular una vez que la conversación terminó.
El silbido de Mayka y una seña le mostraron que debían continuar viaje.
El muchacho se guardó el celular en el bolsillo y volvió a la camioneta para continuar en viaje. Pisó el acelerador una vez más y el viaje continuó. El silencio a veces era roto por alguna broma de Jared, que rápidamente era respondida por Ian.
—Dios, ¿por qué eres así?
—¿Cómo? —replicó—. ¿Serio y maduro?
—No, alguien que tiene un pepino atravesado en el culo, aunque eso no debería ser problema. Deberías tener un poco más de alegría.
—Vete a la mierda.
—Difícil. Recuerda que tú me llamaste. Además, me debes una respuesta.
Ian tragó saliva y negó. Los ojos de Mayka y Azali fueron a los hombres.
—La misión apenas comienza. Te daré la respuesta a su debido tiempo.
—Más te vale —contestó amenazante—, porque para mí esto no es un juego.
El abogado se quedó callado y Orel se mantuvo concentrado al volante.
Y así fue como atravesaron las ciudades de Jaén, Granada, Fuengirola y Marbella.
La costa mediterránea era hermosa, en particular para alguien que siempre había vivido entre inviernos agrestes. En su mente guardó cada lugar al que le gustaría regresar alguna vez si tuviera la oportunidad. Su cuerpo buscaba, ansiaba descansar en una de esas costas y dejar que el sol lo bañara y lo cubriera con su calidez, que la luna le recitara poemas de amor mientras estaba en los brazos de Ian después de una noche de pasión desbordante. Estaba tan cerca y tan lejos de concretar ese sueño al mismo tiempo, así que solo se volcó a la velocidad, a intentar dejar atrás esos anhelos fútiles que solo lo mostraban más vulnerable a los ojos de hombres fuertes y de una mujer inquebrantable.
Llegaron al estrecho de Gibraltar. Fue allí donde debían pasar a través de un ferry. Mientras flotaban en el agua y se alejaban de la costa, sus ojos volvieron a nublarse de nostalgia. Orel no tenía miedo. Estaba seguro de que sería la última vez que vería Europa. Algo en su interior, una llama que se agitaba ante la presencia de la muerte cercana. Aprovechó para dormir, relajarse unos momentos, cuando sintió un beso cálido en su mejilla.
—Te has portado como un campeón, hermoso —musitó antes de chupar el lóbulo de su oreja y hacerle cosquillas.
Orel observó a su amor quien ahora estaba a su lado.
—Te amo —dijo al borde de las lágrimas, e Ian lo abrazó con todas sus fuerzas.
—Yo también, cariño, y de solo pensar que pueden hacerte daño... Ojalá fuera más fuerte.
—¿De qué hablas?
—Envidio tanto a Dominic y a Jared, siempre lo hice —reconoció—. Me habría gustado tanto tener su valor y que las cosas fueran diferentes.
—Nos tenemos ahora, y eres muy fuerte. Jamás he conocido a alguien como tú, así de arriesgado a pesar de no parecerlo. Cuando te conocí en Bucarest, creí que eras hermoso e inalcanzable, pero nunca un guerrero.
Ian lo besó con intensidad. Sus labios se unieron y los de Orel se abrieron, recibiendo la lengua. El abogado lo deseaba y amaba. Sí, amor y deseo. Eso que ardía en cada célula del cuerpo de Orel también lo hacía en el de Ian.
—Casablanca te encantará. —Pasó el pulgar por los labios maltratados de Orel—. La casa de Owen tiene todas las comodidades.
—No puedo quitarme de la cabeza que esos hombres vienen tras nosotros.
—Vamos a terminar con ellos y con las Charpentier, confía en mí.
—Lo hago. Por eso te sigo sin importar a dónde me lleves.
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IAN - T.C Libro 2 (Romance gay +18)
Romance¿Hay amores que nos marcan, sin importar el tiempo, la distancia y las personas que vengan después? Ian Callum conoce ese sentimiento. Un dolor inmenso recorre su cuerpo cada vez que esos ojos miel vuelven a su mente, aun sabiendo que no tiene nada...