Londres, Inglaterra
El potente motor del Maserati abriéndose paso en la autopista rompía el silencio del atardecer que caía a las afueras de Londres. Ian observó el espejo retrovisor. Su primo Dominic venía en un deportivo de la misma marca detrás de él. Parecía una competencia de adrenalina y velocidad. 2 ricos estúpidos con ganas de recibir una multa o pasar una noche en la estación de policía. El típico hombre con dinero que derrocha y es estrafalario.
Nadie se imaginaría jamás que esos dos hombres se alejaban de la escena de un crimen después de haber ejecutado a 2 personas. A un primo molesto que siempre buscó hacer de la vida de Dominic un infierno a causa de una venganza por una acción que jamás cometió, y a una mujer que no había dudado en traicionar la confianza de Ian, su esposo, para acostarse y aliarse con el enemigo.
«Yvette».
Ese era el nombre de la mujer que había acompañado a Ian por 15 años. Una muñeca de porcelana que encerraba una quimera, una bestia que no podía mantenerse enjaulada. Tan bella y letal como los Callum, la familia a la que se unía. El matrimonio había sido arreglado antes de que Ian tuviera uso de razón, todo funcionaba así en el clan que era una mezcla de lo aristocrático con lo criminal. El padre de Ian era un gran amigo del padre de Yvette y la relación matrimonial se circunscribió a ese hecho. Ian nunca tuvo oportunidad de retractarse, del modo mismo que Yvette. Les gustara o no sus destinos estaban sellados con hierro. Ian vivió momentos de lujuria y placer en su juventud, sin embargo, el saber que estaba atado a un lazo eterno con una mujer a la que no conocía y a un rígido mandato familiar jamás le permitió ser él.
La traición había sido solo un paso más, ambos en algún punto se habían traicionado a sí mismos al no luchar por quienes eran de verdad. La infidelidad fue liberarse de un peso que Ian había cargado desde hacía demasiado tiempo.
«No te saldrás con la tuya, él va a morir».
Las amenazas de su esposa no se tomaron a la ligera. Yvette conocía más de lo que dijo antes de que Ian le metiera dos balas en la cabeza. Activó el instinto protector en cada célula de Ian, y su mente solo pensaba en cuanto disfrutaría de tener a ese muchacho cerca una vez más. Sentir a su amor, a Orel Romanov; el amor de su vida, el antes y después del caos.
Muchas veces los recuerdos se tornaban borrosos. Ian, por momentos, olvidaba rostros y algunas situaciones puntuales. Las memorias se tornaban fantasmas que deambulaban sin rumbo en algún lugar oscuro de su cabeza. Sin embargo, había chispazos de luz y conciencia, instantes mágicos en donde esa cara hermosa llenaba la mente de Ian y todo volvía a empezar. Su cabello ensortijado que a la luz del sol lucía dorado, sus labios rechonchos, los cuales, había estirado y mordido hasta el cansancio cuando pequeños gemidos llenaban su ego.
Los hombres se detuvieron algunos kilómetros más tarde. El anochecer hacía su aparición y el enorme disco plateado iluminaba el cielo.
Ian se detuvo en la carretera, descendió del vehículo y se afirmó en el deportivo mientras su primo se acercaba. El momento del encuentro estaba llegando a su fin. Dominic debía regresar a Ciudad del Cabo. Ambos sabían que pasaría mucho tiempo antes de volverse a ver, eso si no morían antes. No era una tragedia, para los Callum la muerte era tan natural como respirar. Dominic no regresaría a Inglaterra e Ian, a pesar de todo lo que había hecho, se sentía incapaz de alejarse de Londres, esa ciudad que consideraba su lugar en el mundo, incluso cuando había sido criado en un nido de víboras.
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IAN - T.C Libro 2 (Romance gay +18)
Romantizm¿Hay amores que nos marcan, sin importar el tiempo, la distancia y las personas que vengan después? Ian Callum conoce ese sentimiento. Un dolor inmenso recorre su cuerpo cada vez que esos ojos miel vuelven a su mente, aun sabiendo que no tiene nada...