34 Arenas de pasión sin tiempo 2💖🔥

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Orel se colocó a horcajadas sobre la pelvis de ese hombre que lo acariciaba y lo contemplaba como la pieza más exquisita del mundo

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Orel se colocó a horcajadas sobre la pelvis de ese hombre que lo acariciaba y lo contemplaba como la pieza más exquisita del mundo. Era una ironía. Orel siempre se pensó insignificante, e Ian lo hacía sentirse un diamante. Un subidón de gracia y calidez al ego.

—Móntame —ordenó Ian, y apoyó por completo su espalda sobre la loza de la bañera—. Toma el placer que tengo para ti. —Lo sujetó del cabello y llevó su rostro angelical hacia el suyo. Besó sus labios con ahínco y mordió el inferior, estirándolo al punto del dolor. Le arrancó un gemido a su joven amante.

—Quémame —rogó Orel—. Hazme arder.

Ian fue quien gimió esta vez ante el calor envolvente de esas palabras que iban más allá del viento caliente que azotó su cuerpo algunas horas atrás. Estaban a salvo en ese oasis de amor y lujuria desmedida. Ian era de Orel y Orel le pertenecía a Ian. La ecuación era tan simple e inocente. El amor siempre se trata de inocencia porque habla de libertad, de hacer posible lo imposible, como un mago que tiene una varita en su mano y solo espera decir las palabras que abrirán portales y traerán luz y cosas fantásticas.

El fuego que Orel le pedía a Ian se acercaba al calor del sol. Más allá de lo humano, un lenguaje divino con solo tocar a otro, la unión de las kundalini o almas que ansían pertenecer a otras, así como una vez Ian escuchó hablar a su prima Mayka, más cercana a esas prácticas espirituales después de todo lo que habían vivido, buscando el reencuentro con ella misma.

—Ian... —Orel musitó su nombre.

Las manos del abogado presionaron en la parte baja del muchacho, llevándolo más hacia su pelvis. Dedos presurosos entre el agua y el jabón abrieron la entrada. Las caderas de Orel tenían vida propia y se divertían torturando el pene de Ian, que se endurecía a cada instante. La lascivia se apoderó en ese instante del inglés. Las ganas de dominar tocaron cada nervio y quiso actuar.

—Date la vuelta y sujétate de la bañera.

—No. —Orel besó los labios y deslizó la lengua sobre ellos.

—¿Te acabas de negar?

—Ya te lo dije —replicó—. Amo las sesiones contigo, que amarres mi cuerpo y lo folles con locura, pero hoy necesito más que eso. Voy a montarte como dijiste al principio. No me quedaré con deseos frustrados.

Un hormigueo intenso circundó el corazón de Ian. Dios, ¿qué le hacía este ser humano a cada segundo? ¿Qué provocaba cuando ni siquiera se molestaba en cuidar la herida suturada de unas horas atrás?

—¿Que estás haciendo en mis brazos? —cuestionó con el lacerante dolor de saberse jamás merecedor de tanto amor.

—¿De qué hablas?

—¿Cómo permites que mis manos ensucien tu cuerpo?

Orel volvió a besarlo con hambre. Los besos siempre resultaban insuficientes. La lengua y los dientes chocaron y buscaron ir más allá, adueñarse, sentir a ese hombre como su propiedad más querida, única.

IAN - T.C Libro 2 (Romance gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora