Capítulo 3

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Miraba por la ventana sintiéndose melancólica. Podía observar a una familia que pasaba su día en playa, jugando con la arena y haciéndose pequeñas bromas; estaban pasando un rato agradable que le causaba envidia porque su familia no era así. Desde pequeña, siempre vio el favoritismo que tenían hacia su hermana mayor quien, no importaba si un día no llegaba con buenas calificaciones, se escapaba de la escuela o llegaba tarde a casa después de estar en una fiesta, sus padres hacían de la vista gorda y la dejaban a sus anchas. Por eso solía burlarse de ella, la humillaba cuando quería e incluso contribuía en hacer que la regañaran o la castigaran.

Por el contrario, con ella eran estrictos y duros, nunca le mostraron afecto o le hicieron una demostración de cariño ni amor, todo el tiempo eran regaños, incluso llegaban al grado de encontrar errores en ella o en las cosas que hacía para estar detrás de la joven todo el tiempo, incluso cuando hacía buenos trabajos. No la dejaban salir, le hablaban cuando veían que la hora en la que debía regresar se acercaba y no soportaban a las amigas de la joven.

Odiaba su vida, y quería huir de ahí. Por eso, comenzó a ahorrar del dinero que le daban para sus almuerzos en las escuelas, porque a su hermana sí le preparaban comida, incluso ella compraban cosas simples como una galleta y su agua para tener más dinero; ese dinero lo usaría para irse cuando tuviera la edad suficiente o cumpliera la mayoría de edad.

Por eso sentía nostalgia de ver a la familia ser una verdadera familia cuando la suya era un infierno.

-¡Elena, baja a comer! -Pudo escuchar el grito de su madre desde la planta baja.

Rodó los ojos sabiendo que vendría otra comida donde solo jugaría con su comida, escucharía sin intervenir en las conversaciones de sus padres con la señorita perfecta y volvería a encerrarse en su habitación como siempre.

Bajó con pesadez, llegó al comedor y se sentó dónde siempre se sentaba. Su madre le puso un plato de pollo asado, frijol y arroz, le sirvió un vaso de agua de horchata y se sentó esperando que su hermana bajara también a comer; cosa que hizo, aunque tardó varios segundos en hacerlo. La mesa era rectangular, sus padres en las esquinas mientras que ellas de frente en medio. Comenzaron a comer intercambiando palabras sin ella decir nada, comía sin apetito y no degustó el delicioso sabor de la comida que su padre compró.

-Espero que estés invirtiendo tu tiempo para estudiar, porque no quiero que entres a la preparatoria y me andes reprobando materias como hiciste con ese examen -Quiso responder, pero al final se llevó un pedazo de carne a la boca para no hablar-. ¿Me escuchaste?

Escuchó la risa de su hermana, una llena de crueldad y burla.

-Claro que lo hizo papá, lo que pasa es que no quiere responder o, ¿me equivoco? -Elena respondió fulminándola con la mirada, pero siguió sin responder.

-¿Podemos comer en paz? Por favor -intervino su madre sintiéndose cansada del pleito que se traían los tres.

-Yo estoy comiendo. -Su hermana se encogió de hombros y continuó platicando amenamente con su padre.

En ese tiempo, Elena comió con rapidez para poder irse lo antes posible de ahí. Parecía que era toda una molestia para los tres, y le dolía las palabras que le arrojaban cómo puñales, las miradas de decepción y que parecía que ya no esperaban nada bueno de ella. Se levantó cuando acabó.

-Gracias.

Cuando empezó su camino hacia la escalera, su padre la detuvo.

-¿A dónde vas? -Se giró sin entender.

-Voy a mi cuarto.

-No, te toca lavar los trastes. -Frunció el ceño indignada.

-Yo los lavé en la mañana y ayer en la noche. Así que le toca a ella. -Señaló a su hermana quien se mostraba indiferente, pero que podía ver la sonrisa de satisfacción de lo que logró.

Maldita.

-Sí, pero tú hermana se lastimó la muñeca y no puede, así que vas a lavarlos tú. -Sintió su sangre hervir.

-Eso no es cierto, hace rato la vi...

-Tus excusas no me importan, vas a lavar los trastes y se acabó. -Elena se quedó parada sin entender qué diablos acababa de pasar. Pero algo la pujaba a rebelarse, a ir en contra de lo que su padre como su hermana decían de ella.

-No, es el trabajo de Roxana y ella debe hacerlo. Cuando me lastimé el pie en los entrenamientos de baloncesto, así seguí haciendo los trabajos de la casa y, ¿a qué me llevo eso? Que nunca más pudiera volver a jugar. -Su padre azotó con fuerza la mano en la mesa, eso asustó a las tres mujeres que dieron pequeños brincos en sus lugares.

Pero la mirada molesta que le dió su propia esposa, no pasó desapercibida por nadie. Su mamá explotaría en cualquier segundo.

-Vas a lavar los trastes, es una orden.

No pudo más, todo en ella se quebró.

-¡No es justo! ¡Ella nunca hace nada! -Señaló a su hermana quien nada más se reía en silencio.

-Ella mañana los va a lavar, hoy los lavas tú -Elena apretó con fuerza sus manos hechas puños y su cara se puso roja del coraje-. Es mi última palabra si no quieres estar castigada en tu nueva ciclo escolar.

Elena lo desafío con la mirada, después buscó la ayuda de su madre quien nada más bajó la cabeza ignorando a su hija menor. Eso le dolió. Se dió la vuelta y subió la escalera corriendo, encerrándose en su habitación y deseando el nunca haber nacido.

No entendía el por qué su familia la trataba así, desde bebé creció siendo menospreciada por ellos, dejada de lado, alabando todo lo que su hermana hacía. Así fuera sacarse el moco frente a un millón de personas.

Se dejó caer en la cama y se soltó a llorar, esperando así aliviar el dolor que crecía cada vez más.


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Conocemos un poco la vida de nuestra protagonista. Es miserable, pero les aseguro que mejorará más adelante. Además, esto es una trilogía, así que no esperen que en este libro todo quede saldado u olvidado.


Espero que les haya gustado este capítulo; así que gracias si haz decidido leer y votar.

Nos leeremos en otro capítulo.


LadyQuejas.

Un verano inolvidable #1 (✓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora