Capítulo 12

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Caminaron una distancia bastante larga. Se metieron al bosque que estaba cerca de la bahía, Pablo la llevó cada tanto volteando a verla, sin soltarle la mano.

Elena estaba pendiente de no caer al subir una área pequeña, pero también estaba enfocada en la mano de Pablo, la manera en la que la sostenía y la jalaba con suavidad para que siguiera su camino.

Aunque Elena logró cansarse con rapidez, no desistió en seguir subiendo a dónde fuera que la estuviera llevando. Así fuera su propia muerte.

Con sus amigas solía entrar pero nunca llegaban más lejos. No tenían miedo de perderse, conocía bien esa área, pero tampoco ansiaban pasar el tiempo metidas en un lugar donde, si algo les pasaba, nadie sería capaz de ayudarlas, o peor aún, encontrarlas.

Elena soltó un pequeño quejido al sentir como sus piernas quemaban de la actividad física, nunca fue una persona que realmente le gustara hacer ejercicio o mantener alguna actividad física.

Pasaba el tiempo dibujando, pintando o haciendo retratos, pero jamás se enfocó en trabajar también su cuerpo. Ahora sentía que debió de haberle echado ganas a las clases de educación física en la primaria y secundaria.

Estuvo a punto de soltar su mano para detenerse, tomar un respiro y descansar un poco. Pero, cuando planeaba hacerlo, la voz de Pablo la sacó de su cansancio como por arte de magia.

—Llegamos. —La joven avanzó unos pasos más.

Debajo de ella se podía ver la enorme playa que se extendía por toda la bahía. Se podía ver a todas las personas corriendo, nadando y descansando mientras tomaban el sol o disfrutaban de un momento de paz con su familia.

Elena se sintió flotar en aquel lugar, ahí podía sentarse y crear por horas retratos, dibujos, pinturas de aquella maravilla que estaba viendo. Era hermoso, y no podía evitar sentirlo en todo su piel, en todo su cuerpo, se sintió vibrar por el aire que soplaba, cálido que parecía darle un abrazo, meterse por su ropa y refrescarla al mismo tiempo.

Dejó de prestar atención a la mano de Pablo, quien apretó un poco más y frotaba sus dedos con delicadeza. Ella estaba anonadada, maravillada de la vista.

—Es precioso. —Caminó unos pasos más pero Pablo la detuvo a tiempo.

—Cuidado, puedes caerte. —Miró hacia abajo y, entonces, entendió la altura en la que estaba. No era demasiado alto, pero una caída podía provocar heridas graves o, tal vez, incluso la muerte.

Se espantó y regresó a su lugar a lado de Pablo, sostuvo con más fuerza su mano al grado de pegar su cuerpo al de Pablo. El joven respondió con una risa sofocada, pero no la soltó. Al contrario, también la pegó a su cuerpo dándole protección.

Un verano inolvidable #1 (✓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora