Capítulo 21

4 2 10
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Elena regresó tomada de la mano de Pablo, ninguno de los dos decía algo y, de vez en cuando, se daban pequeñas miradas fugaces cómo complices, escondiendo algo que esperaban permaneciera así. Elena no podía creer lo que ambos hicieron en el agua y, después, cuando buscaron un lugar más apartado, más vacío y continuaron con lo que empezaron en el mar.

Su piel estaba erizada cómo excitada, tenía la espalda raspada por haber estado acostada sobre una toalla que no la protegió por completo, le temblaban las piernas y sentía que, al dar un paso, terminaría cayendo al suelo en cualquier momento, también tenía un ligero dolor en la entrepierna; pero sabía que eso era normal después de haber hecho lo que hizo con Pablo.

Se giró para quedar de frente una vez llegaron a la casa de ella. Pablo estaba apenado, rojo de la cara y desviaba, por lapsos, su mirada de Elena. Ella también estaba avergonzada, tenía pintada la vergüenza en todo su rostro, pero prefirió mirarlo directamente porque sabía que aquello fue algo especial para ella. Aunque no fuera como Elena lo imaginó.

-Elena, yo... te quiero pedir perdón. Creo que... no estuvo correcto lo que hicimos. No quería apresurar las cosas pero, saber que me queda poco tiempo, sabía que tenía que hacer algo -Tomó aire-. Me gustas Elena, hay algo en ti que me gustó mucho, desde que te vi la primera vez en la tienda de abarrotes. Pero, por lo mismo de que yo no vivo en la bahía, no quería seguir alimentando lo que siento por ti, no quiero lastimarte ni que pienses que me estoy aprovechando. Estoy contento de haberte conocido y, también, de lo que hicimos allá.

Elena se puso roja de golpe, le dió unas horribles ganas de llorar, de correr hacia él y abrazarlo con fuerza pero, ahora sus reflejos, no estaban bien que digamos. Le costaría y le dolería pegar un salto hacia Pablo, incluso podría caerse antes de llegar.

Sonrió contenta de por fin saber lo que Pablo sentía por ella.

-A mi también me gustas. Desde que te conocí en la tienda de abarrotes, quise saber más de ti pero no te encontré; hasta que volvimos a chocar. No quería decir nada, esperaba que esto se quedara como un amor de verano porque sé que te vas a ir en unos días. Por eso, estoy contenta de haberte entregado mi primera vez. -Pablo sonrió contento, se acercó a ella y le dió otro beso rápido antes de separarse.


Se despidieron, no sin antes prometerse verse al día siguiente para seguir aprendiendo a usar la bicicleta y, al mismo tiempo, para que él pudiera verla pintar aquel cuadro.

Pero, cuando llegó a su caballete completamente contenta, lo encontró hecho un desastre. Tenía pintura roja por todo el cuadro, además que le habían clavado algún objeto corta punzante porque tenía varias líneas dónde se veía las marcas de aquel objeto; su paleta estaba rota y, sus pinturas nuevas, las habían vaciado por todo el piso de madera.

Un verano inolvidable #1 (✓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora