Capítulo 26

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Domingo.


Elena regresó a su casa temprano, después de la plática que tuvo con su abuelita, no le dió de otra que volver para poder pensar bien en lo que haría.

Aquella información nueva respecto a su madre la dejó sin palabras, sin saber muy bien a dónde moverse y con sentimientos encontrados. No le dijo a sus padres lo que su abuelita les confesó, solamente les dijo que fue en busca de preguntas que su abuelita no estuvo dispuesta a responder.

Se sintió mal por mentirles pero hizo la promesa de no decirles nada, en especial a su padre.

También le mandó un mensaje a Pablo diciéndole que si se podían ver y que mañana lo vería. Pablo no preguntó, pero ella intuía que Pablo sabía que era algo referente a su familia.

Aquella mañana se levantó temprano, no pudo dormir y dió vueltas en la cama buscando una manera de conciliar el sueño. Incluso, se levantaba por lapsos y caminaba de un lado a otro en su habitación tratando así de cansarse y dormir, funcionaba por ratos, aunque mayormente abría de golpe los ojos y eso la enojaba.

Miró su calendario dónde tachaba cada día que ya había pasado. Contó los días que le quedaban a Pablo y, quitando ese domingo, le quedaban 5 días al joven en la bahía. En su corazón se instaló una sensación de abandono y dolor, saber que él se iba y que jamás se volverían a ver le dolía mucho. Era un dolor penetrante que jamás pensó en experimentar.

Elena se levantó cansada, sintiéndose agotada mentalmente hablando, bajó y, por primera vez, probó el café que sus padres consumían en demasía. Claro, probó el café negro amargo y no le gustó, no pudo evitar hacer una mueca de asco que le sacó risas a su madre.

Los domingos descansaba su madre, su padre también pero él solía levantarse más tarde, su madre ya estaba acostumbrada a pararse temprano que siempre se la topaba despierta muy temprano.

Desayunó con ella, platicaron un poco de la última semana que a la joven le quedaba y le dijo que estaba muy emocionada por su nueva escuela, en parte, era porque ahí podría estudiar arte y conseguir una beca en una universidad que impartiera ese título. Su madre la apoyó y le dijo que estaría orgullosa de lo que escogiera, porque sabía que sería capaz de cualquier cosa que se propusiera.

El corazón de Elena se llenó de calidez ante esas palabras, se hinchó de orgullo y sonrió encantada de saber cómo su madre se sentía respecto a ella. Fue la mejor sensación que pudo haber sentido.

Aquella tarde del domingo quedó de verse con Pablo en el lugar de siempre.

Cuando se quedaron frente a frente, Pablo le acarició el cabello y le sonrió, pero esa vez, fue una sonrisa distinta, algo que no pensó en ver de él. Elena lo invitó a continuar sus clases, el joven hacía progresos increíbles y ese día parecía dispuesto a seguir aprendiendo. Así que practicaron toda la tarde, se dieron un descanso y después siguieron practicando hasta que cayó el atardecer, y Elena supo que era hora de volver.

Un verano inolvidable #1 (✓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora