Capítulo 11

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Cómo se lo prometió a sí misma, Elena se puso a trabajar en el boceto que tenía en mente, pintando pequeños borradores de cómo le gustaría que fuera el cuadro de la bahía con todas las personas que quería y amaba.

Se propuso como meta de vacaciones trabajar en ello, más ahora que su madre le regresó todo lo que necesitaba para poder hacerlo.

Aunque el tema de su padre, es decir, su tío, seguía al aire porque no supo cómo acabó la situación entre su madre y él.

Sabía que las cosas seguían tensas, cuando bajó a cenar como una ofrenda de paz, pudo notar lo tenso de la situación y que se dirigían la palabra en lo más mínimo que podían.

Su hermana también se notaba fastidiada, ella estuvo en la gran pelea que tuvieron cuando regresaron de casa de su abuelita y, hasta cierto punto, miraba a Elena con odio y coraje.

Elena sentía que Roxana le echó la culpa del pleito que tenían sus progenitores.

Con ese ambiente demoledor, cenaron en silencio y, al día siguiente, desayunaron separados y a diferentes horas.

Cuando Elena bajó a desayunar, su padre ya se había ido, su madre estaba por acabar y su prima no bajó hasta que todos acabaron.

Por ello, volvió a encerrarse en su habitación para poder seguir dibujando a su gusto, trabajar en eso le daba paz y calma, la ayudaba a mantener a raya sus emociones y la transportaba a algo que le gustaba mucho sentir.

No quería pasar sus vacaciones en constantes peleas y malos tratos de ellos, por eso, enfocarse en el dibujo que podía ya sentir que iba cobrando vida conforme lo trazaba, era su catarsis.

Aunque no quitó que su hermana quiso entrar a su habitación, algo que no pudo hacer porque trabó la puerta; su hermana no se quedó de brazos cruzados, alzó la voz y le dejó muy en claro lo que opinaba de ella, sus dibujos y que también la odiaba ya que, según ella, sus padres estaban peleados por su culpa.

La adolescente prefirió no hacerle caso y seguir trabajando en su proyecto, su primer y verdadero proyecto que tendría, que esperaba que fueran más.

Sin darse cuenta, su celular nuevo sonó al recibir una notificación de un mensaje.

La adolescente tardó demasiado en acercarse, revisarlo y leerlo, se sentía tan inspirada que sabía que, si dejaba de dibujar, la imagen trazada en su cabeza se esfumaría con rapidez, algo que no quería porque le costaría trabajo volver a imaginar para seguir dibujando.

Cómo le hubiera gustado tener el caballete y el lienzo que su madre adoptiva le dijo, sería más fácil y más cómodo que estar sentada, con la espalda inclinada hacia abajo, ya podía sentir el malestar de su espalda así como el dolor, también sus dedos comenzaban a perder la rapidez por el cansancio. Y su vista ardía un poco.

Un verano inolvidable #1 (✓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora