Epílogo

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Viernes.


Elena estuvo enfrascada en seguir pintando el lienzo, a su lado, estaba su mejor amiga viéndola pintar, de vez en cuando volteaba al libro que tenía en sus brazos o se perdía viendo a las personas en la playa.

—¿Sabes algo de Pablo? —Elena frunció el ceño al pasar el pincel en una parte delgada y difícil de manipular.

—No, incluso no respondió mi mensaje —Y era verdad, ese día le mandó un mensaje para tantear el terreno, resulta que Pablo jamás respondió, así que decidió que muriera de una vez por todas—. No me hables, me distraes.

—Uy, perdón flor, te pisé —se burló antes de volver a enfocarse en el libro Lady Susan.

Elena siguió moviendo el pincel por todo el cuadro, cambiaba de color de vez en cuando, usaba una pequeña espátula a veces, pero trabajaba duro por darle más forma a su pintura. Le costaba trabajo, sentía que no sabía cómo continuar o dudaba si poner x cosa están bien, al final, dejaba que su imaginación volara y que fuera la mano quien hiciera todo el trabajo por ella.

Pero también debía descansar, ¿no?

Dejó el pincel, la paleta casi sin pintura porque ya la había gastado, y miró a su amiga.

—¿Vamos por un helado? —Daphne la miró fingiendo molestia.

—¿Ahora me hablas a mí? ¿No se supone que te distraigo? —Elena rió e hizo una señal de pegarle si seguía con sus bromitas—. Vamos, hace mucho calor.

La joven dejó la pintura para que siguiera secándose, rodearon la casa hasta llegar a sus bicicletas, pensaron ir en ellas, se encogieron de hombros y optaron por ir caminando.

En el camino, siguieron platicando sobre lo que esperaban de sus nuevas escuelas, y lo que quería estudiar de grandes.

Daphne no se decidía, pero tenía tiempo de sobra, podía tomarlo con calma.

Pasaron por la cafetería de su hermana, decidieron entrar ahí y ver cómo era el lugar y el ambiente donde su hermana cumplía con su trabajo.

La encontraron parada detrás del mostrador, así que fueron allá para saludarla y ordenar algo, Roxana les prometió regalarles una rebanada de lo que quisieran a cada una, pero no debían decir nada ni querer hacerlo seguido.

Asintieron; pidieron sus bebidas y después sus rebanadas. Otra chica las atendió dándoles lo que pidieron, después, fueron a sentarse en una mesa cercana al mostrador donde estaba Roxana atendiendo.

Un verano inolvidable #1 (✓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora