XIII

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Chase.

Sin más me quedé dormido en las piernas de Omar, mientras que él esperaba la llegada de los padres del par de pequeños. A pesar de estar dormido sentía como sus dedos se enredaban en mi cabello acariciándolo, así como él también trataba de mantenerse despierto.

—Chase— sus manos me tomaron, moviéndome de un lado a otro tratando de despertarme. —Debemos irnos, que ya han llegado— asustado desperté, mirándolo frente a mi, teniendo a dos figuras borrosas tras de él.

Salimos de la casa, despidiéndonos de los padres, entre el frío de la madrugada y la enorme moto de Omar frente al garaje.

—No he traído el casco— me quedé de pie frente al vehículo, abrazando mis brazos tratando de cubrirlos del frío.

—Tampoco has traído abrigo— me rodeo la espalda con su chaqueta y me acerco a la motocicleta. —Iré lento, pero no te dejaré aquí, así que— tomó el casco por debajo del asiento de la moto y me lo coloco en la cabeza. —¿Te llevo a casa?

—No, voy contigo, después volveré a casa. No me han dicho nada, entonces no importa— subimos a la moto y empezó el viaje en dirección a su casa, sin decir nada más.

El aire frío me entumece la cara, mientras me aferraba a su cuerpo, como si mi vida dependiera de ello. Aunque no lo hacía por eso, solo quería mantenerme cerca de él y no soltarlo nunca.

Después de haber disfrutado de una carretera casi vacía, rodeados de una ciudad silenciosa e iluminada. Llegamos a su departamento, sin decir alguna palabra. Entré en su casa y directamente me fui a su cama.

—¿Quieres ropa para dormir?— me preguntó nada más dejar el casco sobre la mesa, que al bajar de la moto se lo deje. No sabia que responder, una parte de mi solo quería dormir sin más, pero otra estaba consciente de que ya había usado y quitado su cama.

—No, solo esperaré unas horas y me iré, que vuelva a haber movimiento por la ciudad y volveré a casa— me senté al borde de la cama tallando mis ojos, tratando de despabilarme.

—Haremos esto, entraré al baño, te dejaré un pijama en la cama, mientras que yo me cambio y si al salir no te has cambiado, te llevaré a casa— trate de negarme, pero no me dejo ni hablar. —En cambio si te cambiaste, dormiremos, tú en la cama y yo en el sofá y al despertar te llevaré a tu casa, ¿Vale?— asentí nervioso, mirando como se acercaba a su armario sacando un pijama y tomando otro, para segundos después entrar al baño.

Sin dudarlo, comencé a cambiarme. No solo estaba cansado, tampoco lo haría salir cuando sé que él también estaba exhausto.

Terminé de vestirme, busqué por todo su armario una manta y al hallarla, me dirigí al sofá, no iba a permitir que durmiera ahí, era su casa, debería dormir en su cama.

—Al final decidiste algo— dejó sus cosas sobre el cesto de la ropa sucia dentro de la sección de su habitación y se acercó lentamente a mi. —Pero eso no era parte del trato— se aproximó a donde estaba y trato de moverme. —Tu vas en la cama, ¿O es que estas tratando de decirme que quieres dormir conmigo?, ¿Sigues de bajón y quieres que sea tu oso de peluche esta noche?— se dejó caer sobre mí, abrazándome, mientras que alguna de sus manos se abrían paso en dirección a mis costillas, dándome cosquillas.

—Para, por favor— me reía descontrolado, incluso aguantando las ganas de orinar.

—Venga, que es muy tarde, vamos a dormir que ahora me entraron ganas de que me abraces mientras descansamos— sonrojado, por la confesión y las cosquillas accedí a seguirlo.

Después de habernos acomodado y quedarnos dormidos, mientras reposaba mi cabeza sobre su pecho, mi móvil se iluminó, marcando una llamada que no conteste. Siendo esta por parte de Cassey, una tras otra, todas quedando omitidas por el modo silencio.

A la mañana siguiente, no lo encontré en la cama, solo estaba yo, junto a un repleto silencio. Me levanté de prisa, tratando de encontrarlo, pero el lugar no era tan grande y no lo veía por ningún lado.

Convencido por el silencio, entré al baño, pensé en lavarme la cara, para después irme a casa. Aunque no esperaba entrar de imprevisto y que él se encontrara allí. Por suerte dentro de su baño hay una separación que impedía ver el cuerpo desnudo de la persona mientras se baña, aunque eso no significaba que no se viera una silueta.

—¡Mierda lo siento!— cerré la puerta con fuerza saliendo rápidamente. —Pensé que no había nadie, no quería verte, no pensé que estuvieras duchándote— trate de gritar estando del otro lado de la puerta.

—No tienes de qué preocuparte, ya estaba terminando, ¿Quieres tomar una ducha?— su persona se hizo presente frente a mi, dejándome estático al verlo solo en toallas, una anudada en su cintura y otra sobre sus hombros cubriendo su espalda.

—Yo...— lo mire detenidamente, evitando bajar la mirada, mientras seguía restos de agua que bajaban por su cuello. —No he traído nada para poder darme una— retrocedí lentamente, alejándome del aroma de su cuerpo mojado.

—No te preocupes por eso, puedo darte toallas si eso quieres— titubeando respondí que sí y sin esperar más entre al baño, dejándolo fuera por un momento.

Me moje el rostro con un poco de agua, mirando mi rostro sonrojado, mientras sentía como mi corazón se aceleraba por los nervios de la situación.

—¿Puedo pasar?— unos sutiles golpes llamaron a la puerta. —Toma, cualquier cosa me llamas, ¿Está bien?— me entregó un par de toallas limpias y sin más salió de la habitación.

Rápidamente tomé una ducha, tratando de relajar mis nervios con el agua caliente. Después de unos cinco minutos salí del agua, envuelto en el par de toallas que me había ofrecido, dándome cuenta de que mi ropa se encontraba fuera de la habitación y que a menos de que me pusiera el pijama de vuelta, tendría que salir en toalla como él lo hizo.

No lo pensé más, tomé la ropa sucia y salí de la habitación, yendo en dirección a mi ropa, aunque al salir no encontré nada, veía mi billetera sobre la mesa a un lado de mi móvil, así como el manojo de llaves de casa, todo junto sobre la mesa de noche.

—Mierda, se me ha ido completamente— Omar se acercó lentamente a mi, preocupado por verme semi desnudo. Gire a verlo preocupado por no encontrar mis cosas. —La he puesto a lavar, estaba en el cesto y como ya rebosaba de ropa, pensé en poner una colada, deje tus cosas sobre la mesa, supuestamente iba a separarla, pero se me ha ido entre todas las demás prendas.

—¿Y ahora?, ¿Tendré que quedarme en bolas hasta que seque?— se burló un poco de mí.

—Por supuesto que no, puedes tomar lo que quieras de mi armario— abrió ambas puertas, dejando toda la disposición de su ropa. 

Entre Las Estrellas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora