XII

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Chase.

Ignorando toda la situación que horas antes había ocurrido, lo ayude con los gemelos a su cuidado, siendo estos un par de niños morenos azabache, que no dejaban de correr de un lado a otro, inventando juegos cada dos por tres.

—Ellos de verdad tienen energía— después de haber conseguido que se quedaran quietos en un sitio, logré entablar una conversación con él.

—Si bueno, son pequeños y no tienen que preocuparse por mucho— se dejó caer sobre el sofá. —¿Me contaras que pasó?, ¿Por qué esa repentina necesidad por verme?— se acercó un poco más a mi, después de haberme sentado a su lado. —¿Está todo bien?— tomo mi mano, dejándola entre las suyas.

—Si, solo fue un bajón de nada, todo esta bien— sujete el trío de manos con la que me restaba. —Te extrañaba— le sonreí, viendo como sus labios sonreían incontrolables.

—Yo también te echaba de menos— sujeto con más fuerza mis manos. —Pero te noto mal, ¿Estas bien?— no respondí. —¿Ha pasado algo?...

—...Tengo hambre, Omar, ¿Puedo comer un emparedado?— uno de los pequeños se despertó, interrumpiendo nuestra conversación. Omar me miró unos segundos preocupado, mientras desviaba la mirada al otro niño aún dormido.

—Descuida, yo me quedo con él, disfruten de su emparedado— ambos fueron a la cocina y mientras esperaba a que volvieran, cambié de asiento, quedando cerca de Marc.

Los minutos pasaban mientras miraba mi móvil, esperando a que volvieran de su almuerzo.

—¿Zac?— una dulce voz se hizo presente. Mientras que con miedo recorría sus alrededores en busca de su hermano, no pude evitar recordar la sensación. —¿Zac, dónde estás?— se notaba agitado, sus ojos permanecían cerrados, era una pesadilla. —No me dejes solo, ¿Dónde estás?— me acerque a su cuerpo sujetando sus manos, mientras acariciaba su cabeza.

—Tranquilo, todo está bien, no estás solo— su respiración se tranquilizó, mientras se acurrucaba cerca de mí, volviendo a soñar tranquilo.

Pasados unos instantes más, ambos volvieron, Zac en brazos de Omar completamente dormido, con algunas migajas de pan alrededor de sus labios.

—¿Está todo bien?— asentí, mientras aún acariciaba la cabeza del infante. —¿Crees que puedas ayudarme a subirlos?, es hora de su siesta— sin decir nada me levanté y con sutileza lo tomé en brazos, dejándome guiar por Omar.

Omar me guio por toda la casa, hasta llegar a la habitación que los gemelos compartían. Tras una puerta de madera doble vi, una alcoba perfecta para dos infantes, ambientada en el espacio exterior.

—Aun recuerdo cuando yo quería una habitación como esta— mencione al aire, tratando de ser lo más silencioso posible.

—Yo siempre soñé con un techo de cristal para mirar el cielo, pero era muy caro y peligroso para mis padres— le sonreí y me acerque a la cama que Omar me asignó era de Marc. Los arropamos y después de haber comprobado que estaban completamente dormidos, encendió la luz de noche, cerré las cortinas y salimos del cuarto.

—Noticias— al salir miró su móvil apurado, lo mire mientras cerraba las puerta, esperando que continuara. —Los padres me dijeron que llegarían a esta hora, pero me acaban de decir que han decidido irse a cenar, me pagaran el doble, pero que tendré que esperarlos hasta la madrugada.

—Pues me quedo contigo, siendo honesto, no quiero volver a casa— le tomé dos dedos y lo lleve a la sala de estar del piso de arriba, para no alejarnos mucho de la habitación de los niños.

—Algo está pasando y no me lo estás diciendo— nos sentamos en uno de los sofás, mientras volvía a envolver mis manos con las suyas. —¿Estás bien?

Lo vi directamente y sentí que ya no soportaba, algo dentro de mí quería decirle todo, hablar lo que siempre me calle, pero ese no era el momento, ni el lugar y no me sentí seguro para hacerlo.

—Omar...— sus brazos me rodearon consoladores, sentía un nudo en la garganta. —No quiero decirlo, ¿Podemos solo pasar de esto?— sus manos seguían a mi alrededor, teniendo su cuerpo cercano al mío.

—Podemos hacer lo que quieras, pero esto podría ser malo para ti— susurro sin dejar de abrazarme. —Si no quieres hablar de ello, ¿Qué te gustaría hacer?— me soltó y se incorporó en su asiento.

—No lo sé, solo estar contigo— me recosté en su pecho, mirando al centro de la habitación. —Omar...— llame su atención. —¿Por qué tu no me odias?— giró a verme rápidamente, sorprendido por mi pregunta.

—¿Por qué te odiaría?— lo mire aun con el nudo en la garganta.

—Porque todos lo hacen, mis padres me ocultan información sobre Cassey, a ella cada vez la siento mas lejos y no sé, haber visto a Marc tan preocupado por no sentir cerca a Zac me hizo sentir muchas emociones de vuelta. Aparte hoy mismo me enteré que desde hace años Cassey tuvo cáncer y nunca lo supe. Me alejaron de ella cuando siempre sentí que debía protegerla y no me dejaron, me soltaron a mi suerte y si tuve dinero toda la vida, ¿Pero de que me sirvió si no tuve amor?

Hablaba tan rápido que sentía que no llegaba a entenderme, aunque tampoco fue necesario, simplemente me escuchó y cuando por la falta de aire tuve que callarme me abrazó.

—No es tu culpa— susurró de forma cálida en mis oídos, mientras me rodeaba con sus brazos. —Y ya no estás solo, estoy yo y Cleo, somos tus amigos— me tomó con las dos manos por las mejillas e hizo que lo mirara directo a los ojos. —Estoy aquí, para lo que necesites, cada que quieras hablar de lo que sea, ¿Está bien?— asentí y sin más beso mi frente, dejándome recostarme en su pecho nuevamente.

—¿Puedo solo escapar y nunca volver?— me acerco más a su pecho.

—Te echaría mucho de menos, pero si eso te llega a ser feliz yo estaría feliz por ti— me estrechó contra su cuerpo y no dijo nada más.

—Gracias— bese su mejilla, ganando una sonrisa incontrolable por su parte.

Pasamos la noche comiendo un par de emparedados, mientras mirábamos alguna película animada que estuviera por televisión, tirados en el sofá, pasando un buen rato juntos.

Mediante las horas pasaban, sentía como mis ojos se cerraban lentamente, entorpecido por el sueño. Mi cabeza caía repentinamente, vencida por el mismo sueño.

"¿Hoy no hay noche de juegos?"

A mi móvil le llegó un mensaje, pensé que podrían ser mis padres, pero no era así, solo eran las ganas de Cleo por jugar.

"Es noche con Omar, hoy no, lo siento"

Entre Las Estrellas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora