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Casey.

El sonido de las máquinas conectadas a mi cuerpo, me generaban una sensación casi tan deprimente como la noticia de que mi tiempo con vida estaba por terminar.

Chase cruzó la puerta, permitiendo que mis ojos por fin llorarán y sufrir todo mi dolor, el cual lo acompañaba la soledad inminente.

Los minutos pasaban lentos, las lágrimas no abandonaban mis mejillas, quedándome sola en una habitación impoluta, que posteriormente firmaría mi condena.

—Hola bonita— de entre la soledad, una voz se hizo presente, dejandome ver a un chico con la piel porcelana, cabello negro como la noche y unos encantadores ojos verdes, cruzar la puerta.

—Hola— le sonreí. —Lamento todo lo de esta noche, ha de ser tu peor cita— le respondí.

—Para nada, está en el top, pero no es la peor— se acercó bromeando, tomando asiento a un lado de mi cuerpo recostado. —¿Cómo te sientes?— cuestiono tomando mi mano delicadamente.

—No lo sé, en la mierda, supongo— me incorporé un poco y tomé con fuerza su mano. —La noche estaba siendo increíble, que ahora se haya tornado así, es una lastima. Lo estaba pasando muy bien— le sonreí.

—Me alegro que al menos, lo estuviéramos pasando igual— me sonrió encantador. —Tengo que decir, que aun sigues luciendo preciosa— me sonrió, extendió una mano, recorriendo un mechón de mi cabello, detrás de mi oreja. —Perfecta.

—Basta— le pedí. —Seguro que estoy horrenda, no es mi mejor perfil.

—Tu siempre estarás preciosa— guiño un ojo y sin más, me sonrió.

—Es una lastima— inicie. —Nunca antes había sentido esto, no se si soy solo yo, pero de verdad, me haces sentir tan única y perfecta que estoy comenzando a creermelo— confesé.

—Es que deberías haberlo hecho desde que naciste— envolvió mi mano con las suyas. Se acercó un poco más a mí y con una mirada consoladora declaró, —Al menos me alegro de saber que estamos sintiendo lo mismo— lo miré sorprendida, notando su sonrisa nerviosa ante la declaración. Extendí mi mano, acomodé uno de sus mechones rebeldes y con mucha dedicación acaricie su mejilla. Atrayendolo lentamente a mí, besándolo torpemente. Sentí su cuerpo sorprenderse, aunque sin hacerme a un lado, correspondiendo a mi beso, pasando su mano a mi nuca, intensificando la unión entre nuestros labios.

—¿Por qué debe terminar tan pronto?— preguntó, con su frente unida a la mía, permaneciendo con los ojos cerrados. —Por favor, dime que es un sueño y que al despertar estaremos de nuevo en la pizzeria.

—Me encantaría hacerlo, seguir disfrutando de la comida, de tus bromas, de todo lo que me estabas ofreciendo— volví a tomarlo del rostro. —De verdad me gustas y estoy tan triste por tener que despedirme, sin antes haber escuchada la tonada que nuestra historia podría haber tocado.

—¿Me concedes un último baile?— extendió su mano en mi dirección y sin dudarlo la tome, me levanté de la camilla, teniendo cuidado de no desconectarme de nada y bailar junto a él.

Tomó su teléfono, lo dejó a un lado reproduciendo la melodía que bailamos en el bosque, mientras su voz la acompañaba, con mi cabeza reposada en su hombro. Sus manos me sostenían delicadas, mientras que con sutileza me guiaba.

Lo mire al momento en que terminó la canción, mirándolo atento a mi cabello, soltó mis manos y sin que me diera cuenta, acomodo el cabello falso que se había movido, dejándolos en su sitio, aun con una sonrisa en su rostro.

—Perfecta, como siempre— me miró directo a los ojos, me tomó por la mandíbula y con lentitud unió sus labios a los míos. El resto había desaparecido, solo eramos él y yo rodeados del cosmos, estrellas y constelaciones, mientras nuestros labios se unían.

Entre Las Estrellas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora