Casey.
La cena había sido estupenda, llena de chistes, algún que otro halago y una grandiosa pizza. Nunca antes había pensado que encontraría una persona con la que tendría una conexión increíble, no había broma que no me hiciera morir de risa o elogio que no me sonrojara.
Me sentía normal después de mucho tiempo, acompañada de un chico que me hacía sentir perfecta, aunque no supiera todo lo que mi cuerpo escondía.
Todo parecía maravilloso, hasta que mi mundo comenzó a moverse con descontrol, en un mareo incontrolable. Sin dudarlo, tomé un trago de agua, buscando compostura y continúe con la velada.
—¿Categoría de película favorita?— pregunto.
—Las de romance obviamente, aunque las de terror no están del todo mal— respondí, sin prestar atención del todo, por los síntomas que volvían.
—En ese caso, ¿Te gustaría ir a ver una?— le respondí que sí, pagamos la cuenta y salimos del lugar, no sin antes despedirnos de Eva, quien parecía bastante ocupada por su trabajo.
—Claro, solo dame un segundo, necesito ir al baño— volví al lugar, en busca de los sanitarios.
Entré apresurada, mirando mi reflejo al espejo que aún se movía. Comenzaba a entrar en pánico por lo que, moje mi rostro tratando de controlarme.
—No, no, no aquí no— rebusque entre mi bolso mis medicamentos, habiendolos olvidado por desgracia. —Respira, Casey respira— al tratar de obedecer mis órdenes, mi estado entró en pánico. Busqué mi móvil, con las manos temblando.
Mis ojos se comenzaban a llenar de lágrimas por la desesperación, mis dedos buscaban su contacto en ayuda, pero no respondió, ninguno de los dos lo hizo. Mis estúpidos padres me habían vuelto a fallar.
“Lamento interrumpir tu velada, pero está empeorando, necesito las pastillas sobre mi escritorio”
“No te muevas, iremos enseguida”
Aliviada por su respuesta, sentí mi respiración mejorar, no fue hasta que un ataque de tos ataco mis pulmones, obligándome a escupir sangre sobre el lavamanos. Provocando un terror incontrolable nuevamente.
—Casey, ¿Estás ahí?— escuche del otro lado de la puerta. —¿Te encuentras bien?— su voz sonaba preocupada, con incertidumbre en las palabras, queriendo entrar y verificar que todo se encontraba bien, sin embargo, su ética no se lo permitía.
Sin pensarlo mucho, limpie la sangre de mis labios, tome las pocas fuerzas que me quedaban y salí del baño, encontrandolo frente a mí, con una notoria cara de preocupación, que empeoraba cada vez que me miraba.
—¿Te encuentras bien?— me tomó con fuerza, evitando que cayera. —Tal vez deberías volver a casa.
—Solo dile a Chase que busque a Cordelia.
Me sentía tan débil, mis ojos no podían soportar el mareo que mi cabeza sufría, mis pulmones querian volver a expulsar sangre, como si de alguna manera estuvieran llenos de nuevo. Cayendo rendida en sus brazos que me sostenían con fuerza.
El sonido de maquinas nuevamente conectadas a mi cuerpo se inyectaba en mi cabeza, obligándola a desear no abrir los ojos y ver la habitación de cualquier hospital que me monitoriaba. Pero lamentablemente esa era mi realidad.
—Sus signos se mantienen, pero está empeorando— escuche decir a una dulce voz femenina. —Probablemente no lo resista— añadió. Sentí mi corazón encogerse, la manera tan delicada en que lo decía, me hacía sentir peor. —¿Es usted algún familiar?— preguntó.
—Soy su hermano— respondió convencido y apresurado. Y fue en ese momento que no lo soporte. Mis ojos se abrieron buscándolo, deseando que no se encontrara en la habitación, que no me mirara mientras moría lentamente.
—Tiene unos minutos, pronto la trasladaran— finalizó la médico.
—Lo siento, llegué tarde— se acercó, tratando de contener el llanto que se asomaba por sus ojos. —¿Cómo te encuentras?— no dije nada. —Perdón, es una pregunta de mierda, es obvio que no te encuentras bien…— lo tome de la mano, aun sintiéndome débil.
—Odio verte aquí— confese, tomándolo por sorpresa. —Es por esto que nuestros padres nos habían separado, porque no soporto la idea de que me mires morir.
—Cierra la boca, estarás bien— su agarre se hizo más fuerte. —Estaras bien, ¿De acuerdo?— asentí, mirando como sus rebeldes lágrimas se escapaban.
—Es momento de llevarla— la doctora entró sin avisar en la habitación, llevándome a un quirófano donde inspeccionarian mi cuerpo, para después saber lo que deberán de hacer.
Cada vez me sentía más débil, mi mente estaba hundida en un sueño obligatorio, incapaz de despertar. Mirando toda mi vida como si de una película se tratara y era deprimente, rodeada de soledad, pero con una escapatoria mediante la música.
Me veía a mi misma tocando una canción como si mi vida dependiera de ello, rodeada de una tormenta de sangre que se acercaba amenazante. Estaba poniendo todo de mi parte, para no ser hundida, pero por mucho que me esforzara, terminé siendo atrapada por el ojo de la tormenta.
Aunque al final había alguien que me sujetaba entre toda la catástrofe, con un agarre firme que me sacaba de la laguna roja que me hundía. Rescatando mi cuerpo completamente empapado de sangre. Sus ojos me miraban tristes, mientras sus manos se aferraban a mi cuerpo, queriendo no soltarme.
—Lo siento, no estuve para rescatarte— decía entre lágrimas. —Ahora te he perdido para siempre. Ha sido mi error, lo lamento.
Sin más dejo caer mi cuerpo, cayendo en el océano de sangre que me tomaba con ambición de poder, sobre mi vida mortal.
Después de esa pesadilla me desperté, deprimida por ver a mi hermano lamentarse y condenarse ante mi inminente muerte.
—¿Cómo te sientes?— lo vi entrar ahora con un semblante más apagado, detonando tristeza. —Han dicho que el cáncer ha vuelto y que probablemente no pueda haber una solución, tienes el tiempo contado— confesó entre lágrimas que desbordaban de sus ojos incontrolables.
—Dame tu mano— le ordene. —No importa cuanto tiempo pueda quedarme, prometeme una cosa— su atención se posó en mi por completo. —Prométeme que serás feliz, que vivirás tu vida sin mirar atrás y sin detenerte por mi.
—No puedo hacerlo— condenó. —No puedo simplemente fingir que no estás muriendo, que todo está bien y llevar una sonrisa en el rostro cuando la vida me arrebata una parte de mi.
—Chase, siento como si una vela dentro de mi se estuviera consumiendo y está por terminarse— envolvi su mano con las mías. —Por favor, promete que seras feliz, que vivirás tu vida y disfrutaras de ella, prométeme que vivirás por los dos.
Sus ojos lloraban, mientras que los míos, evitaban hacerlo. Cayendo rendidos al momento en que sus piernas le fallaron, rendido en lágrimas a un lado de mi camilla.
—Lo prometo, juro que lo intentare— se aferró a mis manos y sin más continuó llorando.
—Perdoname— continúe. —Por lo perra que fui contigo, por no haber luchado, perdoname por no ser lo que necesitabas— confesé.
—Te perdono, y de la misma manera, te pido una disculpa, por haberme alejado, por no luchar y permanecer a tu lado, perdón por no ser el hermano que merecias— su mano me sujetaba con fuerza, mientras lloraba descontrolado.
—Lamento interrumpirlos, pero debe descansar, el horario de visita ha terminado— una enfermera entró en la habitación, pidiendo que nos despidieramos.
—Ve a descansar, también lo necesitas— le sonreí, mientras acariciaba su mejilla. —Nos veremos mañana, ¿De acuerdo?— asintió y con pesadez salió de la habitación, dejándome sola.
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Entre Las Estrellas.
Novela JuvenilMellizos que tal vez en algún momento fueron inseparables, pero siempre hay una grieta en las relaciones. Y la de ellos fue cuando ella descubrió su don con la música, dejándolo a el atrás sin poseer ningún talento. Creció solo, viendo desde las gr...