Casey Monarca.
La luz del sol entraba sin control por la tienda, obligándome a despertar, sin mencionar la presencia del chico a mi lado, mirándome con una sonrisa encantadora en el rostro.
—Buenos días preciosa— mencionó, para después guiñar uno de sus ojos. —¿Has pasado una buena noche?— preguntó cordialmente.
—Sin mencionar la superficie firme, por supuesto que sí, aunque ahora debo verme horrible— mencione tratando de rebuscar un espejo de entre mis cosas.
—Por supuesto que no, tal vez solo debas remover un par de cabellos de tu cara— sutilmente con su mano, tomó uno de mis mechones rebeldes y lo dejó detrás de mi oreja. —Listo, perfecta— se acercó y con lentitud beso mi mejilla. —Vayamos con el resto, pronto tendremos que irnos.
Al salir de la tienda de campaña, descubrimos que no había nadie más despierto, el sol recién salía, comenzando a calentar el ambiente, rodeados de un ambiente fresco vigorizante.
—Parece que somos los primeros— mencione al salir.
—En ese caso, ¿Qué quieres hacer?— salió después de mí, mirando el panorama por completo. —Tenemos todo el bosque a nuestra disposición.
Sin pensarlo decidí mirar las nubes junto a él, notando algunas estrellas rebeldes a ocultarse después de haber salido el sol, acompañadas por la luna despidiéndose del cielo, hasta que la noche cayera de nuevo.
—¿Hoy será el día que escuche alguna de tus canciones?— preguntó, mientras permanecemos recostados sobre el verde pasto, mirando el inmenso color azul que nos cubría.
—No veo porque no— respondí emocionada. —Pero no traigo mi violín, tal vez más tarde cuando volvamos a casa.
—¿Y cantar?— preguntó. —Podría hacerlo junto a ti, para que no sea raro.
—Lo siento, es que yo no canto— confesé.
—No te creo, ¿Cómo puedes dedicarte a la música sin cantar?— preguntó. Aunque no respondí, simplemente eleve los hombros, sintiéndome avergonzada por no cumplir sus expectativas. —Venga, hay que cantar, que ahora me han dado ganas — se puso de pie tomó su móvil, buscando una canción. —¿Aceptas?— me extendió la mano y sin pensarlo la tomé.
El comenzó a reproducir la canción, subió el volumen y dejó su móvil en el suelo. El sonido de la tonada era lento, perfecto para un baile. Por lo que con iniciativa me acerco a su cuerpo, me tomó por la cintura, mientras que sujetaba una de mis manos iniciando un baile lento al ritmo de la misma melodía.
Su voz comenzó a sonar, al mismo tiempo que la letra de la canción. Su sonido no era del todo malo, parecía armonioso y seductor, incitando a que yo lo hiciera también. Sentí mi sonar fluir junto al suyo, compaginado de una manera perfecta. Tal vez había alguna cosa que arreglar pero no sonabamos del todo mal.
La música se reproducía, nuestros labios la acompañaban, mientras que nuestros cuerpos danzaban al mismo ritmo que el sonido. Acompañados del aroma fresco dentro del ambiente, las hermosas flores decorando y haciendo del lugar uno perfecto.
—Ahora veo que me mentiste— mencionó, después de que la canción terminara, iniciando una más. —Tu voz es hermosa— me elogio.
—No te mentí, es solo que yo tampoco la conocía— le confese. —Quien realmente se tenía escondido su talento para la voz eras tú, suena hermoso cuando cantas, tienes una muy linda voz— lo declare.
—Don de familia— respondió, manteniendo su sonrisa. —¿Un baile más?— propuso.
Pasamos la mayor parte de la mañana bailando mientras me deleitaba con su voz armoniosa, al mismo tiempo que nuestros cuerpos bailaban al compás de su voz y de la música. Al menos así fue hasta que el resto de chicos despertó, encontrándonos en medio de nuestra fantasía, tomando fotografías sin que nos diéramos cuenta.
Al percatarnos de la presencia de los demás, nos detuvimos, decidiendo lo que podríamos desayunar, optando por ir a algún restaurante que estuviera cerca del bosque. Por lo que empacamos todo y salimos del lugar, llegando a un local de carretera donde desayunar. Para después cada uno dirigirse a su casa, volviendo a retomar su vida cotidiana.
Los días pasaban rápido, tarde de ensayos, estudios sobre la historia de la música, mensajes sobre todo nuestro día con Teo, planeando nuestra siguiente cita o divagando sobre cualquier tema que pudiera pasar por nuestras mentes.
—¿Saldrás con Teo esta noche?— ambos estamos desparramados sobre el sofá, mientras el televisor sonaba y cada uno miraba su móvil.
—Si, me invitó a cenar, iremos por pizza, dijo que es la mejor de la ciudad— respondí. —¿Por qué lo preguntabas?— lo miré atenta.
—Pensé en invitar a Omar, ya sabes a pasar la noche y no sé, tal vez elevar las cosas— confesó temeroso.
—Vaya, entonces será una noche especial— me puse de pie y tomé camino a mi habitación. —Me iré a preparar, disfruta de tu noche, no molestare— solté una pequeña risa risueña y subí las escaleras.
La hora llegaba, estaba entusiasmada esperando mientras tocaba mi violín, emitiendo una tonada sutil y armoniosa que me hacía sentir segura. Mis dedos fluían ante su textura de madera, mientras deleitaba a mis oídos, girando por mi habitación.
—Realmente tienes un don— de la puerta, una voz varonil me sacó de mi propio mundo.
—¿Lo dudabas?— le pregunté en respuesta. Dejando a un lado mi instrumento, para así salir junto a él.
—Para nada, las marcas en tus dedos ya me lo decían— tomo mi mano, recorriendo con sutileza las cicatrices.
Salimos de casa, llegando a un restaurante de pizza, pareciendo bastante popular, ya que se encontraba lleno y con una enorme fila de espera.
—Supongo que tendremos que esperar— mencione bajando del auto, resignada a hacerlo.
—Por supuesto que no, solo ven conmigo— me tomó de la mano e ignorando la fila, me llevó hasta la entrada. Encontrándonos con Eva en ella. —Mesa para Teodoro Winston.
—Mesa para dos, por aquí por favor— la chica le sonrió y sin más continuó con su trabajo.
—Eso es una gran ventaja— inicie la conversación, después de recibir una mesa.
—Ella no hizo nada, realmente reservé esta mesa, es casualidad que estuviera en turno laboral, aun así, solo veo el destino a nuestro favor— él me cedió la silla, portándose como todo un caballero.
ESTÁS LEYENDO
Entre Las Estrellas.
Teen FictionMellizos que tal vez en algún momento fueron inseparables, pero siempre hay una grieta en las relaciones. Y la de ellos fue cuando ella descubrió su don con la música, dejándolo a el atrás sin poseer ningún talento. Creció solo, viendo desde las gr...