Navidad.
Dante derrapó frente a la entrada del Castelo, una columna de humo se había alzado desde kilómetros atrás.
Pateé la rejilla, solo pude ver que la ambulancia acababa de llegar.
Corrí hacia los paramédicos, abriéndome paso, desesperado.
Unos metros a la lejanía había personas reunidas.
—Por ahí—indicó uno de los paramédicos.
Corrí con todas mis fuerzas.
—¡Audrey! —grité.
Miedo me recorrió cuando vi que había cuerpos tendidos.
Vi el rostro de Alexandre, tomando el cuerpo de alguien.
Solo fueron dos latidos de mi corazón para llegar hasta donde se encontraban, tiré de la persona que me estorbaba, y ahí, con un enorme abrigo sucio, la cara de mi ángel estaba ceniza y surcada por lágrimas. Mi mirada viajó hasta su regazo pues lo mantenía apretado hacia ella.
Me arrodillé hasta ella, la tomé del rostro.
—¿Estas bien?
—No, no, no—sollozó, la sangre se me congeló.
Apenas la vi, no comprendí, apretaba su regazo con fuerza, ¿estaba herida?
Los paramédicos se abrieron paso, observaron la escena con rapidez, dos se dispersaron y uno de ellos se arrodilló para con Audrey.
—Ayúdela por favor—pedí con desesperación, la voz y el cuerpo me temblaba.
—¿Hace cuánto acaba de dar a luz? —me preguntó el paramédico.
—¿Qué?
—Quizá diez minutos—contestó ella con voz temblorosa.
—¿A luz?
El paramédico se movió y comenzó a actuar con rapidez, sacó una manta térmica, le pidió autorización a Audrey para revisarle.
—¿Es el padre? —me preguntó—, ¿quiere cortar el cordón?
Audrey abrió sus brazos y ahí estaba.
Un cuerpecito pequeño que seguía unido a ella, el paramédico me tendió el instrumento para cortar el cordón, aunque mi cuerpo reaccionó mecánico, mi mente aún seguía turbia.
Los minutos siguientes pasaron tan rápido que aún me sentí en modo mecánico, subieron a Audrey en una camilla junto con él bebé y aunque mi cuerpo no quería separarse de ellos, mi mente seguía intentando comprender la situación hasta que la vi.
Cargada en otra camilla subieron a dos mujeres a quienes las llevaron a aparte, pero, sus cuerpos estaban inertes. Vi sus rostros antes de que los camilleros las cubrieran, entonces mi perturbación se convirtió en horror.
Esa mujer... era Rina, una de mis empleadas, pero la otra, la otra era un rostro querido y amable.
Muriel.
En cuanto su rostro encajó en mi memoria, los sonidos a mi alrededor se hicieron presentes.
Audrey sollozaba por su nana.
Jade era llevada en brazos por uno de los guardias, en una de sus piernas vi un poco de sangre.
Mientras que mi madre y Alexandre ayudaban a Fleur, pues de su brazo izquierdo se anudaban unos vendajes
Subieron a Jade y a Fleur en la misma ambulancia que Audrey, pero no me permitieron subir.
Dante nos subió al auto.
—¿Qué sucedió?
—Todo esto es una mierda, eso es lo que pasa—comenzó a decir Alexandre—, ¿una bomba en tu casa?
—Por favor ahora no—dijo mi madre.
Una maldita bomba en mi casa, el castillo inquebrantable, ¿Cómo pudo haber pasado?
.
.
.
Una hora en urgencias, fue la eternidad para mí.
Primero, Fleur estaba bien, solo había sido un rose de bala en el brazo izquierdo. Después Jade con un par de puntos en el muslo.
Al final...
—Señor Dómine— llamó una enfermera, me levanté rápidamente.
—Si.
—Sígame.
La enfermera me guio hasta una habitación, mi mente estaba en blanco, mientras caminaba tras la enfermera.
¿Cómo pudo haber pasado tan rápido?
Estaba sudando cuando la enfermera abrió la puerta. Audrey apareció en mi visión, tenía suero y entre sus brazos cargaba a nuestro hijo.
Mi hijo.
—Ven a conocer a nuestro pequeño.
Me acerqué tan rápido como pude, me senté junto a ella y la besé, sin dejar de verlo.
—Lo hiciste, mi amor—le dije, apenas y la voz me alcanzó.
Ella, que lloraba, trago y extendió al pequeño hacia mí.
—¿Quieres cargarlo?
Asentí y extendí los brazos, con delicadeza lo acuné entre ellos, estaba dormido.
—Es tan perfecto—apenas y podía notarle las facciones, pero, para mí, era el ser más hermoso que nunca hubiese visto, estaba quieto, durmiendo profundamente.
—Es niño—me dijo, se recostó en mi brazo—, se llama Andrey.
Ambos permanecimos así, viéndolo.
—Gracias—de pronto, sentí un nudo en la garganta—, gracias por darme este regalo.
Después de toda la tensión, me permití soltar unas lágrimas.
—Mi nana—preguntó ella de repente, como recordando—, ¿Cómo está mi nana?
—Sigue en quirófano—contesté, ahora mirándola—está muy delicada.
—No quiero que muera—soltó, llorando, acuné a mi hijo con un brazo y con el otro la rodee, apretándola con fuerza.
—No lo hará, ella es muy fuerte, haré que los mejores médicos vengan para atenderla, verás que estará perfecta.
Asintió no muy convencida.
—¿Y mi madre? ¿Cómo está?
—Bien, solo recibió un rasguño.
—Jade... su pierna... ¡los perritos!
No pude evitar soltar una leve risa, ¿Cómo podría preocuparse por los perros ahora?
—Jade tiene un par de puntos, pero no es nada grave. —El bebé se movió un poco, pero volvió a dormir—. Los perros están con Lorenza, no pasó nada con ellos.
Asintió.
—Audrey—comencé—, ¿Qué sucedió?
Ella apretó los puños, comenzó a decirme todo lo que había sucedido, desde que abrió su regalo, con el contenido.
—¿Quiénes podrían ser los de las fotos?
—Hay una mujer que se está haciendo pasar por mí, y ahora más que nunca creo que es Davina Simone—me decía cavilando—, hay unas fotos en las que esa mujer aparece con Theo besándose...
Parpadee sorprendido.
—¿Quién es Theo?
Enmudeció y me miró sorprendida.
—Eh...
—Audrey, ¿Quién es ese tal Theo?
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POR TI, SIEMPRE (Libro 3)
Любовные романыLeonard y Audrey han sido objetivos de varias personas que quieren vengarse de ellos, separarlos, destruirlos. La prueba definitiva de su amor incondicional culmina aquí. ¿Serán capaces de luchar con todo y contra todo para ser felices? POR TI, SI...