CAPITULO 32 NO ES MI ESPOSA

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—...idiota svegliati—(Idiota, levántate) sentí un golpe en la frente.

Me erguí de pronto, llevándome las manos al pecho, en donde mi bebé estaba durmiendo.

Frente a mi estaba Carlo con el folder de cuero en la mano.

—¿Qué? —gruñí cerrando los ojos.

—Te había dicho que te vez de la mierda, pero hoy lo superas con creces.

—Está dormido, puedo dormir—mi voz se iba apagando y mis ojos estaban pesados.

Escuché a la lejanía como se quejaba, deslizaba el fular y me quitaba con cuidado al dormido Andrey.

Después me quedé completamente dormido.

Mis sueños no tenían forma, solo era una espesa oscuridad pesada.

Quizá pasó una hora, no consulté el reloj cuando me dormí, pero al despertar me sentí un poco mejor, pero me dolía la espalda por haber dormido de esta manera tan incómoda.

—¿Mejor? —la voz de Carlo me llegó desde el sofá.

Estaba con la tableta, sentado en el sofá con el nido a lado de él en donde Andrey, ya despierto saboreaba un biberón, pero al verlo con el biberón me exalté y me aproximé hacia ellos.

—¿Lo calentaste? ¿no lo agitaste? ¿revisaste si su pañal está húmedo?

Carlo me miró como si me hubiera vuelto loco.

—Oye, tranquilízate, date un respiro, está todo bajo control—se volvió hacia mi bebé—, ¿no es así campeón?

Mi bebé comenzó a agitar los pies y las manos.

Está por cumplir los dos meses y ya comienza a balbucear.

—Sabías que es algo gracioso—comentó.

Me senté a un lado de mi bebé, este reconoció mi voz y sus ojitos me buscaron.

—¿El qué?

—Pues él—señaló a Andrey—, piensa que su nido es divertido.

Solté un bufido.

—Él piensa que todo es gracioso.

Después de hablar un poco más de Andrey, me concentré en el trabajo.

A pesar de estar muy cansado, esa siesta me ayudó bastante.

Había estado intentando todo este tiempo en hacer que Audrey descansara mucho, ya había sufrido meses sin poder dormir bien, fue difícil adaptar al bebé a sus rutinas de dormir, pero al fin lo he logrado.

Hoy, para que Audrey no se abrumara con las montañas de trabajo, quise traerme al bebé.

Nana Muriel acompañaría a mi madre y a Fleur, exactamente no sabía para qué.

Por lo tanto, estuve en reuniones con mi fular y mi bebé, entre café, pañales, documentos y vomito.

Además, mi bebé y yo recibimos muy buenos elogios, (claro, debía ser)

—Se ve muy bien, jefe.

—Felicidades.

—Se parece a usted, jefe—(eso no es cierto).

—Es hermoso.

—Qué lindo.

—Jefe—me decían con expresión picara.

En fin, nos desplazamos por muchos lados hasta que llegó la hora de irnos.

Una llamada de escritorio me interrumpió de pronto.

Desconocido.

Eran muy pocas veces las que un número desconocido llamaba, además, casi nadie sabía el número de mi despacho.

Vi a mi bebé jugueteando con su peluche de conejo.

Respiré profundo y descolgué, esperé a que hablaran primero.

—Sé que eres tu—una voz de mujer, por un solo segundo creí que se trataba de Audrey, aquel timbre de voz era muy parecido—. Te extraño—aquella palabra hizo que me recorriera un frio por el cuerpo—¿Tú no me extrañas?

—¿Quién eres?

Soltó una risa queda, pero cargada de celos.

—Soy tu esposa, tonto.

Audrey nunca me dice tonto.

—¿Qué quieres?

—¿Así tratas a tu esposa? —se hizo la ofendida—, yo solo quiero verte, papi, ¿puedes venir a recogerme? creo que me perdí.

Audrey arregla siempre sus cosas, además, es experta en robar autos, para ella perderse es poca cosa.

Pero no puedo perder una pista de lo que quiere esta mujer, en pocas palabras está planeando envolverme, pero lo que no sabe es que conozco perfectamente a mi esposa.

—Oh, querida—fingí aflicción—, voy para allá, ¿Dónde estás?

—No lo sé, dije que me perdí.

—Está bien, espera—respira, respira—, activa tu ubicación, estaré allí en cuanto pueda.

—Ven pronto, comienzo a sentirme sola.

Colgó.

Tan pronto lo hizo, en la pantalla del teléfono fijo apareció la ubicación, rápidamente la enlacé a mi celular, llamé a Johnny, que contestó enseguida.

—¿Señor?

—Ven ahora.

Coloqué un rastreador a la ubicación.

—Señor—Johnny entró a mi oficina sin tocar, pero con su fular y su nuevo bebé también.

—Una mujer acaba de llamarme—me miró fijamente—, quiso hacerse pasar por mi esposa.

—Quizá fue esa mujer...

—Sí, sospecho que algo está planeando.

—Un secuestro...

Asentí.

—La señora Dómine está perfectamente cuidada, sigue en su edificio.

—Has que alguien llegue a esta ubicación, pero con sumo cuidado, no sabemos si es una trama, duplica la vigilancia para con mi esposa y has que nos recojan en el estacionamiento.

—Sí señor, lo haré enseguida.

No estoy muy seguro, pero al parecer, de nuevo quieren jodernos.  

POR TI, SIEMPRE (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora