CAPITULO 8 EL PASTEL SE CORTA EN TRES

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Entiendo que hace un par de horas sufrí una conmoción y no supe cómo controlarme.

Ahora estoy... tranquila.

Como si lo que hubiese pasado hace solo unas horas hubiese quedado nublado, un mal sueño perdido y borroso.

Estas hormonas marean bastante.

Leonard terminó de bañar a un Andrey muy despierto.

—No creo que se vaya a dormir—se rio Leo, envolviendo al bebé en la toalla.

Acomodé la sabanita en la cama y su ropa, Leonard se encargó de humectarlo, ponerle pomadita anti rozaduras y un poco de talco (el que sobró). Procedí a cambiarlo, mientras ambos le hablábamos como verdaderos tontos enamorados.

Era tierno ver como Leonard no quitaba los ojos de nuestro hijo y sonreía, esa sonrisa de lado que tanto me gustaba. ¿Cómo me atreví a dudar de él?

—Ya quiero escucharlo hablar.

Me reí en cuando Andrey estuvo cambiado.

—Eso sí que no, no lo cargué nueve meses para que diga primero papá, debe decir mamá.

—Tienes un gran punto—soltó unas carcajadas.

Acomodé a mi bebé para darle pecho. Recordé la primera vez que le di pecho, tenía miedo de que me doliera, pero mis pechos estaban tan cargados de leche, que fue muy fácil.

Leonard me acarició las piernas.

—Me gustan tus pechos—susurró.

—A tu hijo también—zanjé, sabiendo claramente de sus oscuras intenciones.

—Investigué un poco—ahora acarició la cabeza de Andrey, quien por el estímulo del toque movió mus bracitos—, sobre lo que me dijiste que te pasaba—intentó sonar calmado—, dado nuestra situación, por ahora no podemos hacer viajes ni traer a cualquier persona, así que, hay una aplicación en la que te puedes poner en contacto con un especialista... busqué la favorabilidad y hay muy buenos resultados, ¿te gustaría intentarlo?

A estas alturas, ya no debería sorprenderme sus consideraciones, sus atenciones, pero no podía evitar sentirlo.

—Claro, ¿por qué no? —tampoco es que me opusiera, no teníamos muchas opciones—, es una idea novedosa, hasta me gustaría hacerlo.

Dejamos la charla conclusa, mientras Andrey bebía su leche, Leonard a mi costado le cantaba una canción de cuna en italiano.

En sí, está era la tercera noche que pasábamos así, juramos que haríamos esto un hábito. Andrey cayó rendido, lo depositamos en la cuna y procedimos a dejarnos caer rendidos a la cama.

Pese a que Leonard estaba un poco acalorado, pocos minutos después de tocar la cama, se quedó profundamente dormido. Aunque también me moría de sueño, intenté cerrar los ojos y cubrirme por completo con las sabanas. Dormité un poco, pero mi sentido de alerta no quería callarse, hice un par de ejercicios de respiración, hasta que escuché un par de ruidos en el corredor.

Me levanté, observé a Leonard, pero ya estaba roncando.

Fui hasta la puerta y abrí, sonidos de exclamación también me sorprendieron.

—¿Qué hacen aquí?

Jade y Rose estaban encorvadas frente a mí, se echaron hacia atrás irguiéndose ante mi repentino abordaje.

—Nada... nada, solo queríamos saber si estaban bien—dijo Rose nerviosa.

—¿Esta tu esposo dormido? —Jade se asomó.

POR TI, SIEMPRE (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora