CAPITULO 28 ¿CUÁL GUERRA?

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Quería desaparecer en este momento.

No puedo soportarlo más.

Pese a que apreté los ojos con toda la fuerza que podía, mi oído no estaba excluido, podía escuchar todo.

El chocar de la carne con el hueso, los quejidos de los hombres, el como la sangre salía chorreante al suelo.

—Basta—dijo Madeleine.

Escuché como el ruido de sus tacones se acercaban al jadeante hombre.

Abrí los ojos.

Dante tenía la cabeza echada hacia atrás en el respaldo de la silla, su camisa blanca ahora estaba manchada de sangre, los cabellos mojados por el sudor, el rostro hinchado y ensangrentado.

—¿Vas a hablar ahora o continúo destrozándote la cara? —le preguntó Madeleine.

Dante sonrió de lado, si, ese tipo se veía salvaje.

—Puedes hacer todo lo que quieres, pero no voy a decir nada.

Madeleine se irguió.

—Perfecto—le hizo una seña a uno de los tipos, quien se acercó para darle una especie de pinzas rojas.

Asintió hacia otros hombres.

—Vamos a ver cuánto tiempo mantienes más esa sonrisa—contestó Madeleine con burla.

Los hombres tomaron a Dante, le desataron las manos y una de ella la llevaron hacia adelante.

—¿Qué? ¿Qué vas a hacer? —ahora su voz sonaba algo asustada, se agitó para deshacerse de quienes lo habían agarrado, pero sus esfuerzos eran en vano.

—Tienes cinco segundos para hablar—Madeleine pasó las pisas por uno de sus dedos—uno—contó—dos—el semblante de Dante era pálido—tres—mi cuerpo temblaba—cuatro—quería taparme los ojos como niño pequeñuelo, Madeleine apretó aquellas pinzas haciendo que Dante soltara un gran alarido—cinco—Madeleine apretó con fuerza aquellas pinzas filosas, las cuales atravesaron la piel del dedo de Dante, este gritaba y gruñía, escuchar la carne desprenderse y caer.

Madeleine le cortó el dedo.

Dante gritaba con fuerza.

No pude resistirme más y me escabullí hacia una esquina para vomitar el café de esta mañana.

—¿Quieres más que esto? —Madeliene estaba furiosa, su grito me hizo estremecer.

Ahora tenía una daga en las manos y comenzó a hacer cortes por doquier del cuerpo de Dante, que se movía y quejaba.

¿Por qué quería que viniese aquí con ella cuando claramente no tenía estomago para esto?

No podía creer que Dante durante todo este tiempo había conspirado contra nosotros.

Él conocía todo de nosotros, nuestra rutina, nuestros gustos, los horarios.

—Maldita perra—gruño Dante.

—Dime, ¿Dónde está tu nido de ratas?

—A la mierda, no te diré nada—gritó desesperado.

—Bien, tú lo pediste—de nuevo, Madeleine tomó las pinzas y los hombres sujetaron a Dante estirando la mano.

—No, no—chillaba como un cerdo al matadero.

—¡Basta! —mi grito salió desde lo profundo.

—No Te metas en esto, niño—gruñó Madeleine.

POR TI, SIEMPRE (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora