CAPITULO 13 ANIMUS

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Segunda tarea: robar el vellocino dorado de los carneros salvajes.

Solo eran veinte escalones, pero me cansaron, me tomé tiempo en los últimos, cuando recuperé el aliento, caminé hacia la habitación. Encontré a Leonard sentado al borde de la cama, con un peluche de elefante entre las manos.

—¿Leo?

Él no contestó, se limitó a mover el peluche.

—Te... tenemos visita, Carlo y Nathe están abajo—nada, esperé unos segundos—bueno, si no quieres bajar, lo entiendo.

—Entra—su voz era hueca.

Tragué en seco. Está bien, ahora es el momento para hablar, supongo.

Pasé, sin decir ni una palabra, a la espera de que dijera algo.

—Supongo—comenzó— que ya no debería sorprenderme las ideas tan inmaduras que has tenido—me quedé de piedra, ¿dijo inmaduras?

—No son inmaduras—repliqué

—Aun no termino—me detuvo— son inmaduras por que no vez el riesgo, siempre quieres arreglar las cosas arrebatadamente.

—¿A caso estás regañándome?

—Si así lo quieres ver.

—Esto es absurdo, no veo como la idea de regresar a casa, ¡a nuestra casa! sea tan arrebatada.

—Ahí está—señaló—lo has hecho de nuevo.

—Pues no te veo ideando algo para acabar con todo esto.

—Audrey, esto no se trata de que se he hecho o no algo, la idea de que algo les suceda a ustedes me hace sentir impotente, no puedo hacer nada más...

—¿Y si yo pudiera hacerlo? —no quería, pero, mi voz sonó retadora

—No se trata de un reto, Audrey, por dios—gimió frustrado.

Inhalé y exhalé, él está molesto, frustrado conmigo y con todo, yo, solo tengo ese sentimiento molesto del que me pica el orgullo.

—Escúchame, Leonard, llevamos dos años conociéndonos y eso no basta, ni bastará para saber el uno del otro por completo, nuestra relación ha estado siempre sometida al peligro, entiendo que no se trata de quien hace algo y quien no... lo lamento, fue mi orgullo hablando, pero, tengo un plan para terminar con todo esto.

—Pero tu plan es exponernos.

—Si.

—Audrey, recuerda que ya no somos nosotros dos, que no importa si morimos, ahora tenemos a alguien más, a nuestro hijo y debemos pensar en su bienestar.

—Leonard—ahora yo suspiré frustrada—¿no confías en mí?

—Claro que lo hago.

—Pues tal parece que si—apreté mis puños—me has subestimado y ahora también lo haces...

Negó fervientemente con la cabeza.

—Escucha, estás pasando por mucho...

—Se lo que hago, la DPP pasará, estoy en razón—él sosegó su ánimo—quiero disfrutar nuestra familia tanto como tú, pero no lo seguiré haciendo si me escondo como una cobarde, enfrentar las adversidades, cabalgar en la tormenta...

—¿Para qué?

—Para buscar el sol—me planté firme, soltó un suspiro—¿quieres cabalgar conmigo o no? —nos miramos fijamente por un momento, él iba a ceder, yo no.

Se dejó caer sobre la cama, esa fue una señal clara, se rindió, ya no hubo manera de que continuara con mi guarda alta. Me acerqué y me recosté a su lado, de costado, reposando mi cabeza sobre mi codo, él miraba el techo.

POR TI, SIEMPRE (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora