CAPITULO 14 LA HIPOTECA

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La idea era simple y lineal, hablar con Dante a primera hora, antes de que Gianna regresara a casa.

Desayunamos y luego, Leonard mando a llamar a Dante a su despacho, él se quedó sentado en su sillón, no pude quedarme quieta, me paseé una y otra vez tras Leonard, mis botas altas de tacón de aguja repiqueteaban una y otra vez sobre el piso de madera fina, no me importaba hacerle un maldito agujero, podía reemplazarlo.

—Se está tomando su tiempo ¿no crees? —murmuré exasperada.

Leonard mantenía la vista en terminar construir mi pedido, se mantenía bastante concentrado en su tarea, incluso podía decir que los disfrutaba como si fuera un juego.

—¿Nunca escuchaste la frase de, la paciencia es una virtud? —me observó sobre su hombro, tenía unos extraños anteojos con varias lentillas de aumento.

Me acerqué a él y me incliné hacia su rostro.

—Cher, tú más que nadie debe saber, que no acudí a la repartición de virtudes como esas—le di un casto beso en su nariz y le sonreí anchamente.

—No me estás haciendo esto tan fácil.

Ladee la cabeza.

—¿A qué te refieres?

Sentí como deslizó una mano tras mi pierna desnuda, deteniéndose tras mi rodilla.

—Tienes que dejar de pasearte de ese modo y de vestir tan provocativa si no quieres que rompa esta cuarentena.

Removí mis hombros.

—No podemos saltarnos la cuarentena, hay muchas infecciones que podría contraer y no queremos eso, ¿verdad? —me separé y él dejó caer su mano—no puedo prometerte que dejaré de vestirme provocativa—miré mi vestido—no creí que te fuese a provocar.

—Nunca haces nada si pensar—murmuró a regañadientes.

Me descubrió.

Pero esta mañana me entusiasmó descubrir que mi vientre había bajado la hinchazón considerablemente, tal como estos últimos días, ya no parecía que aún tenía nueve meses de embarazo, sino que parecía ahora de tres, así que, me elevó bastante la autoestima y no dude en ponerme un lindo vestido negro hasta las pantorrillas, y un saco blanco de Chanel, pero en sí, había pensado en seducirme a mí misma y no a mi marido caliente.

Unos toquidos me sobresaltaron, sí, estaba de los nervios.

—Adelante—dijimos al unísono.

Nos miramos un momento, me posicioné a lado de Leonard justo en el momento en que Dante asomaba medio cuerpo por la puerta.

—¿Me llamó, señor?

—Pasa—contestó Leonard, quitándose sus anteojos extraños—toma asiento por favor.

El invitado estaba algo rígido, incluso podía ver un poco de sudor en su frente, sabiendo que, fuera, hacía bastante frio. Dante se quitó el botón de su saco y se sentó con los habidos movimientos de un robot.

¿Quién va a comenzar? ¿Leonard o yo?

Miré a mi esposo, pero este mantenía los ojos en el invitado.

Iba a abrir la boca, pero Leonard se me adelantó, sacó de no sé dónde las tarjetas que Rose nos había dado y las depositó sobre el escritorio. Los ojos de Dante se dirigieron hacia esas tarjetas, pero, no se inmutó.

—Ya sabemos a la empresa de elite a la que perteneces—la voz de Leonard me impresionó, sonaba demandante e impasible—aquí la pregunta es ¿Qué es lo que quieren?

POR TI, SIEMPRE (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora