CAPITULO 17 EL RAPTO

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—¡¿Cómo fue posible?! —grité desesperada a los trece hombres que se encontraban frente a mí—¡¿cómo fue posible que la perdieran?! —lágrimas de rabia corrían por mis ojos—la quiero de vuelta—tomé el jarrón más cercano a mí y lo arrojé al suelo, este esparció los pedazos de porcelana y agua por los pies de aquellos ineptos—quiero a mi Jade de vuelta y la quiero ya.

Me solté a llorar, mientras un grupo de esos imbéciles chocaban y salían despavoridos.

—No mi Jade—lloré.

¿Por qué tenía que llevársela?

—¿La quieres de vuelta? —la voz de aquel infeliz desquiciado seguida de una risa burlona, hizo que mi cabeza doliera de solo recordarlo—encuéntranos, pequeño saltamontes y cuando lo hagas, bueno, ya sabes que hacer.

—Audrey—Gianna llegó corriendo a mi lado—¿Qué sucede? ¿Qué es todo este alboroto?

Lloré con más fuerza, con amargura, la quijada me dolía, el pecho lo sentía que estaba a punto de estallar.

—Se llevó a mi hermana—tragué—él se llevó a mi amiga—me jaloneé el vestido de la desesperación—se llevó a mi Jade.

Gianna me abrazó con fuerza y yo enterré mi rostro en su hombro, lloré por un largo rato, hasta que me separé.

—Ne...—inhalé—necesito que llames a Leonard, quiero que venga ahora.

—Si... pero tu... no puedo dejarte así.

—Necesito esto, por favor, solo hazlo, llámalo.

Gianna me sostuvo por los brazos, mirándome afligida, asintió ferviente y salió corriendo del recibidor.

Intenté caminar, pero los tacones se resbalaron con el agua, me los quité y los arrojé con fuerza en la puerta del recibidor, los cristales se rompieron por el impacto.

—Te odio, te odio, te odio—grité una y otra vez hasta que mi garganta ardió.

Piensa, piensa Audrey.

No habría tiempo de arrepentirme de nada, esto era lo último que dejaba que ese infeliz me hiciera.

—¡Filipo! —grité al mayordomo.

Quizá estaba cerca de mí, porque no tardó ni un minuto en llegar.

—Señora ¿Qué quiere que haga por usted? —se encontraba preocupado y confundido.

—Llama a mis padres y Muriel, que traigan a mi bebé, indícale a Gianna que también este presente, llévalos a la sala, lo más pronto posible.

—Si... si, señora—salió corriendo despavorido.

Me dirigí a la sala, salteando los charcos y todo el desastre que hice.

Esto era un desastre, pero debía tomar medidas, ese infeliz se había llevado a Jade, lo cual implicaba que estaba cerca, muy cerca, debía rescatar a mi amiga y debía poner segura a mi familia... y mi bebé, mi pobre bebé.

Llamé a la única persona que podría poner a mi familia a salvo, sin estos ineptos de Cyriel.

Ma fille—la voz de mi abuela sonaba sorprendida—¿Qué sucede?

—Necesito de tu ayuda—exhalé con fuerza—necesito que cuides de todos.

—¿Por qué? ¿Están todos bien?

—No, no estamos bien, pero necesito que lo hagas—estaba completamente desesperada—pase lo que pase, prométeme que no les pasará nada.

—Audrey, estás asustándome.

POR TI, SIEMPRE (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora