CAPÍTULO 22ISLA DE ISQUIA

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Estuve a punto de sufrir un colapso nervioso, todo mi cuerpo temblaba, el recuerdo de sus sucias manos sobre mi piel aun parece que las tuviera encima.

La lengua me arde.

Lo único que puedo hacer para calmar mis nervios es meter las manos en la arena y rascar para dar con las tablillas de la pared.

—Rose ¿Qué haces? —susurró Jade.

—Intento encontrar una maldita salida.

Escuché remover sus cadenas y arrastrar la arena muy cerca de mi.

—Vendrán por nosotros.

—¿Cómo estas tan segura?

—Lo harán Rose, solo debemos esperar.

—No puedo quedarme aquí, necesito regresar con mis hijos.

—Rose, por favor, tu siempre eres nuestra voz de la razón, cálmate, vendrán por nosotros.

—No podemos quedarnos así Jade.

—Lo sé, pero no tenemos muchas opciones.

Gimotee, me sentía completamente frustrada.

Dios, por favor, ten piedad y ayúdanos.

Seguí rascando, debajo de las tablillas, tornillos flojos encontré, comencé a soltarlos, no sabía cómo podrían servirme, pero algo podrían hacer, uno, dos, tres, cuatro tornillos abajo.

Con la yema de mis dedos arenosos busqué en la superficie de las tablillas con astillas, hasta dar con otras superficies de cabeza de tornillos, rasqué con la punta de ellos hasta quitar uno, bien, eso funcionaba, ahora debía continuar con los otros, así lo hice, uno a uno fui quitando hasta que la tablilla en la que trabajaba se aflojó.

—Rose ¿Qué estas haciendo? —masculló Jade.

—Logré quitar una tabla.

Las cadenas a la lejanía sonaron.

—¿Ves algo? —la voz de Travis me sobresaltó.

Con cuidado y sin hacer mucho ruido, le di golpecitos a aquella tabla, se tambaleó hasta aflojarse, tiré de ella despacio, la alejé un poco para asomarme, en un principio vi arena, o eso era lo que creía, un poco de luz se filtró, mis ojos se ajustaron a aquel brillo, pude reconocer que era el sol, la tierra que cubría todo era una especie de arena, era una tierra extraña que no había visto jamás.

—Solo veo tierra, pero es extraña, no es arena—lo apretujé—es pegajoso como el lodo, sin embargo, es diferente.

—Es limo—jadeó Travis—, quiere decir que estamos cerca del agua.

—Pero también hay arena...

—¿Una isla? —chilló Jade—¿y si estamos en una jodida isla?

—Solo hay tres Islas del golfo Napolitano—intervino Travis, sonando frustrado—, Capri, Isquia y Procida, podemos estar en cualquiera y en cualquiera de sus Municipios ¿no hay nada más que podríamos saber?

—¿Cómo saber si estamos en una isla? no puedo escuchar nada, ni siquiera el mar

—Tienes que prestar más atención, Rose... solo hazlo.

Solo se filtraba un poco más de aire, ¿Cómo poder saber dónde estábamos? no sabía nada de localizaciones, navegación, nada.

Intenté escarbar un poco para darme más vista, pero mis dedos chocaron con algo, un metal delgado, pesado, intenté jalarlo, pero estaba atorado a algo, seguí escarbando hasta que poco a poco cedió.

POR TI, SIEMPRE (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora