CAPITULO 25 LA ISLA DE LA PAZ QUE PRACTICA LA GUERRA 2

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Buscar el mejor lugar para atravesar el otro lado era la misión, sin esperar a los escoltas desconocidos, Leonard y yo descendimos por el camino que habíamos recorrido antes, di con una tienda de suvenires estaba a la intemperie, mapas, cuadros y playeras, me acerqué rápidamente a la anciana que atendía.

Me quité los aretes y los puse en el mostrador.

—Le doy mis aretes si me deja cruzar la maleza.

—Pe... pero si está prohibido.

—¡Escuche! necesito ir por mis amigas, o acepta loas aretes o quemo todo.

—¡Está bien! no me pagan lo suficiente para tolerar a una niña loca.

Abrió la rejilla y nos hizo pasar.

Leonard me retuvo justo antes de que me lanzar a no sé dónde.

—Iré primero—¡No Audrey!, no es momento para que te ponga esa voz de mandón.

Leo se abrió paso con rapidez, los árboles y arbustos crecidos hacían que nuestro camino fuese difícil.

—¡Jade! ¡Rose! —grité.

—¡Aquí estamos!

El crujir de la maleza se hizo más cercano.

Gritos de hombres costaron el grito que iba a salir de mi garganta.

—¡Rose!

—¡Jade!

—Llegaron—anunció Leonard con satisfacción.

Mi corazón martilleaba como loco mientras se hacían cercanos.

—Ya casi, estamos cerca.

Leonard abrió aun más la maleza.

—Ady—Rose apareció primero, llena de barro, hojas y ramitas.

Me lancé hacía ella, sin poder dar crédito a que esto era real, la apreté con fuerza, mientras ella se aferraba a mi espalda.

Leonard había abrazado a Jade, pero me percaté de que algo había en sus brazos.

Rose se separó un poco de mí, estaba temblorosa, me acerqué a Jade, pero me detuve en seco al verla aferrando lo que traía en sus brazos.

—¿Qué? —no me dejó terminar, pues me abrazó fuertemente con uno de sus brazos.

—Sabía que vendrían por nosotros.

—¿Nosotros?

La maleza crujió.

Un hombre demacrado, casi hasta los huesos, tembloroso, lucía como un náufrago, lo reconocí en cuanto me miró.

Cabello negro y ojos dorados.

—Tra... Travis—me quedé en shock, solo podía sentir las gruesas lagrimas que nublaban mi vista.

Apenas mis pies reaccionaron estiré las manos hacia él, lo vi, mi mente evocó aquel primer recuerdo que tuviese de él, un joven risueño corriendo hacia mí.

—Audrey—jadeó con añoranza.

Todo enojo e ira que tenía contra él se esfumó, verlo en ese estado no podía con mi alma. Su cuerpo me parecía desconocido, cerré los ojos sintiéndome como una niña pequeña, llorando en el hombro de su hermano mayor, lloré tanto porque sentía que mi alma se partía.

Travis seguía siendo parte de mí.

Siempre sería parte de mí.

Maintenant, ma petite fille, rentrons à la maison—(Ya, mi pequeña, regresemos a casa).

POR TI, SIEMPRE (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora