Capítulo 5

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15 de septiembre

Will tenía que ir al centro comercial cercano al puerto para comprar un par de cosas para su casa y también ropa nueva para dar una buena impresión la noche en la que iba a conocer a los padres de Liss, así que fue la excusa perfecta para llamar al resto de la cuadrilla y quedar con ellos.

La única que no podía ir era Liss, que tenía que hacer un trabajo para el instituto, pero estaría en los pensamientos de todos porque en la noche anterior, en su sesión mensual de rol y a la primera que Vincent asistía aunque como espectador, la Master les hizo sudar —literalmente— cuando se tuvieron que enfrentar a un grupo de azotamentes.

Mientras Sophie acompañaba a Jim a hacer unos recados y Amanda hacía lo propio con Will —«Como se te ocurra convencerme para que me compre una chaqueta con lentejuelas condenarás a mi relación al fracaso»—, Brian se dedicó a enseñar el centro comercial a Vincent.

Y ahí estaban ellos dos dando vueltas después de pasar por la tienda de maquillaje más grande del sitio y de la que Vincent salió con una bolsa en cada mano, con la misma cara que la de un niño que acaba de pasar por una tienda de juguetes. Brian no podía ocultar la sonrisa surgida de la ternura que le provocaba su expresión de pura felicidad.

—Creo que Amanda tiene competidor. —bromea—. No conozco a nadie que se arregle tanto como ella.

—A eso tengo que echarle la culpa a mi tía.

Vincent todavía recuerda cuando era un niño pequeño y veía a su madre maquillarse cada vez que iban a misa o a dar una vuelta por el pueblo. Fue una vez, cuando él tenía seis años, que su tía por parte de padre, que por aquel entonces todavía era becaria en una firma de moda, lo pilló viéndola cómo se ponía el eyeliner y lejos de echarle lo sentó en una silla a su lado y le enseñó cómo se maquillaba ella los ojos. El resto era historia.

—Sigo flipando con que tus padres no vean raro que te maquilles siendo de campo.

—Tuve la suerte de que fueran tolerantes porque llegan a ser como mis abuelos y no me pongo ni protector labial. A ver, que tampoco voy pintado como una puerta: hago el truco de "parece que no estoy maquillado pero en realidad sí". Una vez un vecino le preguntó a mi padre que si yo quería ser una niña porque los hombres de verdad no se maquillan.

Brian pone los ojos en blanco por un segundo.

—Si supieran cómo es Will les daría un infarto. —Inclina la cabeza—. ¿Qué le respondió tu padre? Aunque ya me hago a la idea.

Vincent se para en medio del pasillo del centro comercial, coge aire y agrava la voz para imitar a Wilbur ante la incrédula mirada de su acompañante:

—«Al menos no huele a pis de caballo como tú, Angus».

Los dos estallan en carcajadas, uno por el recuerdo de la anécdota y el otro porque no se esperaba aquella respuesta para nada, y sus risas son tan fuertes que hasta hubo gente que se giró para mirarlos. Brian se había quitado las gafas y se estaba limpiando las lágrimas.

—¿Sabes qué es lo mejor de todo? —Vincent se estaba abanicando y casi no podía hablar de la risa—. Jacinto huele mucho mejor que ese tío.

Vuelven a estallar y entonces el rubio se fija en que las carcajadas de Brian se parecen mucho a la risa de Elmo. No sabía por qué, pero le gustaba oírle reírse así, y más cuando iban en conjunto con los dientecillos de conejo que tenía y que según tenía entendido le generaban cierto complejo. En cierto modo se sentía afortunado de que tuviera tanta confianza como para no esconderlos delante de él.

Brian se había apoyado en una columna y se había inclinado hacia adelante para coger aire mientras apoyaba una mano en el abdomen, que le dolía de tanto haberse reído. Cuando se incorpora y ve el rostro enrojecido de Vincent casi se vuelve a reír pero logra mantener la compostura.

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