Capítulo 7

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5 de octubre

Will ha perdido la cuenta de las veces que ha metido y sacado su camisa blanca de los pantalones negros y casi se marea de todas las vueltas que ha dado para localizar cualquier imperfección, mancha o arruga en su ropa. No quería estropear aquella noche y ante todo quería dar una buena impresión a los padres de su novia por mucho que ella le dijera que no se preocupase en exceso.

—Al final vas a acabar arrugando la camisa que acabas de planchar.

Por el espejo de cuerpo entero puede ver a su tía Rachel apoyada en el marco de la puerta de su dormitorio, dirigiéndole una sonrisa cargada de ternura que él responde con un suspiro y se da la vuelta.

—Si fuera como esas personas que sudasen cuando se ponen nerviosas ahora mismo estaría chorreando. ¿Cómo se van a poner cuando vean que el novio de su hija tiene el pelo largo y lleva pendientes en las orejas? Y menos mal que no me he pintado las uñas hoy que si no se arma.

—Te crees tan de mente abierta y a la vez piensas que todos los de mi generación nacimos en el siglo diecinueve. —Rachel se ríe y se aparta un mechón rubio que se ha escapado de su coleta antes de acercarse a su sobrino—. Vale, una familia de políticos pijos impone, pero tú eres un encanto y eso te da mucha ventaja. Venga, métete la camisa por dentro y trae la corbata fina que te la voy a poner.

Will abre las puertas de su armario de madera verde y saca una corbata negra estrecha.

—No tienes por qué echarme una mano, sé hacerme el nudo de la corbata.

—Como lo intentes temblando vas a estar aquí hasta la medianoche. —El pelirrojo pone los ojos en blanco y le deja la corbata—. Siéntate, porfa, que me va a ser imposible con lo alto que eres y no me apetece subirme en un taburete.

Rachel se siente satisfecha con la sonrisa que le ha sacado a su sobrino y se dedica a hacerle el nudo de la corbata.

—No te veía tan nervioso desde que le pediste salir a Liss. Estabas hecho un flan, ¿recuerdas?

Hablaron de lo nervioso que estaba, del miedo que sentía a no cumplir las expectativas de la chica británica que lo había conquistado, y también se rieron del plan B que tenían preparado por si ella lo rechazaba: mantas y maratón de pelis lacrimógenas para superar un corazón roto.

Cuando terminan de hablar Will está más tranquilo y se hace la coleta, agradeciendo la conversación.

—Ya sabes dónde buscarme si quieres rebajar tus nervios. Venga, no quiero entretenerte más. Estás guapísimo y les vas a encantar, lo presiento.

En ese momento aparece Keyla en la entrada del cuarto de su hermano, en pijama y con los pelos sueltos en una especie de afro desaliñado. Las heridas de la cara provocadas por la pelea ya se estaban curando y los cardenales de las mejillas se disimulaban en su piel oscura. En cuanto ve a Will se queda con la boca abierta.

—¡Hala, qué guapo estás! Seguro que triunfas.

—Lo intentaré. Bueno, yo me voy ya. —Coge un abrigo y le da un beso en la mejilla a las dos—. Os quiero muchísimo.

—Nosotras también. Pásalo bien, anda.

Will sale de su casa en dirección al coche. Se sienta dentro y deja su abrigo en el asiento del copiloto para luego meter la llave en el contacto. Justo antes de arrancar le suena el móvil y lo saca del bolsillo del abrigo para ponerlo en silencio cuando ve en la pantalla una notificación de un mensaje de voz de Charlie. Reproduce el audio, poniéndose el teléfono en la oreja para escucharlo mejor:

«Mucha suerte, futuro cuñado. Oye, siento muchísimo no estar ahí, pero el curro me está absorbiendo lo nunca visto. Mira, ahora que tengo un hueco aprovecho para decirte que aunque mis padres son algo difíciles no tienes por qué asustarte. En el fondo solo quieren lo mejor para Liss y hacer las cosas bien. Sé tú mismo y todo irá como la seda. Además, si no se han quejado de ti durante este medio año dudo mucho que tengan nada en contra tuya, aunque no lo van a reconocer. Eso sí, ten las pistolas cargadas porque Benedict va a ir a por ti, aunque no tiene ni idea de a quién se enfrenta».

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