11 de febrero
El doctor Bhatta conoce a Amanda prácticamente desde la primera vez que llevó a Ringo a su consulta veterinaria, cuando apenas tenía doce años y había pasado una semana desde que adoptó a su labrador que era un cachorro. Durante las primeras visitas se limitaba a acompañar a su padre, pero a medida que Amanda iba creciendo también lo hacía su interés por la Veterinaria hasta el punto de que le hacía una y mil preguntas al hombre que atendía a su perro sobre la profesión, alargando más de la cuenta el tiempo de consulta.
Precisamente por lo bien que la conoce sabe que algo no va bien cuando la última vez que trajo al perro a su clínica para desparasitarlo la consulta duró mucho menos de lo habitual, pero no le dio demasiada importancia y lo achacó al estrés del instituto.
Dos meses después la pelirroja vuelve con Ringo esta vez para la vacuna anual. Y ahí están los dos en la sala de espera, que poco a poco se va vaciando hasta que les toca, como siempre a última hora. Amanda se pone en pie a la misma vez que su perro y con un «vamos, Ringo» y una caricia detrás de las orejas entra en la consulta.
—¿Así que lo has traído tú en el coche? —pregunta Bhatta mientras examina al labrador. Amanda asiente, enredando la correa en sus dedos—. ¿Desde cuándo tienes en carné?
—Desde el mes pasado.
—¡Felicidades! —la pelirroja se lo agradece y él se quita el estetoscopio del cuello—. La última vez me dijiste que estabas sufriendo con el examen práctico.
Ella deja que el veterinario ausculte a Ringo antes de contestar.
—No sabes cuánto. Y las dos veces que suspendí fue por chorradas.
—A ver si lo adivino, ¿peatones que cruzan de repente?
—Eso y coches que se cambian de carril sin indicador.
—Esos son los peores.
Tras una revisión completa del perro Bhatta declara que está sano como una manzana y le pone la vacuna sin mayor problema que un leve quejido de Ringo compensado por los mimos de su propietaria.
—¿Necesitas algo más? —pregunta el veterinario, sentándose en su silla después de cobrar la consulta y la vacunación.
Amanda suspira y mira a su perro y luego al escritorio que tiene enfrente, lleno de fotos de perros y gatos de los distintos propietarios que han pasado por esa consulta.
—¿Puedo pedirte un consejo? Es más bien algo personal.
—Claro, mujer, toma asiento si quieres.
Amanda se sienta en la silla con Ringo haciendo lo propio a su lado, y empieza a girar los anillos de sus dedos.
—Tengo... dudas... no sé por dónde empezar...
—Tranquila, no me corre prisa.
—Ya sé que quedan muchos meses para decidir qué quiero hacer después del insti, pero es que me da rabia que yo todavía no sepa qué hacer con mi futuro y el resto del mundo lo tenga clarísimo.
—Aún sigues sin decidirte entre Veterinaria y Fotografía, ¿verdad?
Amanda chasquea la lengua e inclina la cabeza hacia un lado.
—Solo espero que tú me digas algo, yo qué sé, para venderme bien tu profesión y así saber de una vez qué hacer. No quiero tomar una decisión de la que luego vaya a arrepentirme toda la vida.
Bhatta acaricia su oscuro y espeso bigote y se quita sus gafas redondas para limpiarlas con un suspiro pensativo. Tras volverse a poner las lentes se peina las canas que tiene en sus sienes y mira seriamente a Amanda.
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Nube Arcoíris
Teen FictionUna chica ambiciosa que no sabe qué hacer con su vida, un músico enamoradizo que vive con el corazón roto, un creyente con una crisis de fe, una aristócrata en una jaula de oro, una artista a la que le cuesta expresarse, el nuevo vecino del barrio q...