31 de diciembre
La cuadrilla tuvo suerte a la hora de conseguir un vuelo hacia Nueva York para la noche del 30 de diciembre y también para reservar habitaciones en un hotel cerca de Times Square para disfrutar de la última noche del año ahorrándose el agobio de la gente acumulada en la famosa calle neoyorquina.
Cada miembro de la cuadrilla estaba acompañado por sus padres salvo Amanda, que comparte habitación con Brian, su padre y Layla; y Will que fue acogido por Charlie, su prometida Ariel y Liss.
La última noche del año se encuentran junto con todos los huéspedes en la enorme terraza del hotel con vistas a la enorme bola del Times Square, forrados con grandes abrigos y con sombreros de lentejuelas puestos y matasuegras en las manos para hacerlas sonar cuando acabe la cuenta atrás.
—Oye, Will —pregunta Brian como le permiten sus dientes castañeando.
—La pobre sigue fuera de combate. Pero le prometí que sacaría muchas fotos para mandárselas a ella y a Rachel.
—Y yo le compraré una de esas bolas de nieve de cristal que se agitan.
—Charlie, la idea fue mía —dice Liss, riéndose.
—Pero el mérito me lo llevaré yo para vengarme por lo del caparazón azul.
Liss gira la cabeza hacia su hermano con indignación, haciendo que sus pendientes de pingüino se balanceen.
—¡Pero si Ariel también te lo ha hecho!
—¿Cómo te atreves a acusar a mi prometida tan dulce y pura? —Charlie se pone una mano en el pecho al puro estilo drama de época, con exageración de su acento británico incluida.
Ariel, que está en medio de los dos hermanos, suspira y pone los ojos en blanco.
—¿De verdad que tengo que hacer de vuestra niñera?
—Venga, cariño, ¿a que tú no serías capaz de tirarme un caparazón azul? Y menos si usas a Peach.
Ariel lo mira poniendo morritos para luego sonreír con picardía mientras se echa el pelo teñido de morado hacia atrás.
—¿Quién te dijo que soy inocente?
El quejido desesperado de Charlie hace que las dos chicas se echen a reír a carcajadas, y ni siquiera un beso de Ariel basta para asimilar la traición.
El tiempo pasa y cuando apenas quedan diez minutos para las doce de la noche la gente se apiña más en la pequeña plaza, mirando el reloj cada pocos segundos y esperando a que empiece a descender la bola que sirve de indicador de los últimos diez segundos del año. Los niños están pegados a la barandilla de hierro de la terraza, contemplando las mil luces que iluminan Times Square y la música navideña inunda el ambiente festivo.
Enseguida todos los presentes comienzan a corear la cuenta atrás desde diez, y entre ellos está Vincent, ajeno a unos ojos que no se apartan de él y reflejan el color de la tristeza y la desesperación. Las luces navideñas casi eclipsadas por los neones iluminan su perfil y Brian no necesita más pruebas para saber que ese chico rubio del que se enamoró desde el primer instante es la viva imagen de un ángel.
Si esto fuera una película romántica Brian avanzaría entre la multitud con paso decidido hacia Vincent para darle un beso apasionado justo en el mismo instante en el que la cuenta atrás acaba, dando paso a los fuegos artificiales mientras suena de fondo una música apoteósica.
Pero le basta mirar de reojo a los padres de Vincent para que la realidad le diese una bofetada. Aquello no era una película, y aquella fantasía que tenía en su imaginación era simplemente una estupidez.
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Nube Arcoíris
Teen FictionUna chica ambiciosa que no sabe qué hacer con su vida, un músico enamoradizo que vive con el corazón roto, un creyente con una crisis de fe, una aristócrata en una jaula de oro, una artista a la que le cuesta expresarse, el nuevo vecino del barrio q...