31 de mayo
Poco después del baile de fin de curso Liss recibió un mensaje de Will proponiéndole quedar esta noche aunque sin contarle su plan, y si su intención era activar su curiosidad innata lo está consiguiendo porque mientras ella se maquilla su cabeza no deja de trabajar en qué le tiene preparado. Al menos así se distrae de lo que la inquieta.
Desvía la vista para coger un pintalabios y se fija en la foto que tiene colgada en el tocador, en la que se ve a ella, Phoebe y Maisie en su propio baile de fin de curso. Las va a echar de menos.
Cuando termina de maquillarse saca del cajoncito de su joyero donde guarda sus pendientes extravagantes un par de bubble teas en miniatura que se pone en las orejas. Al ver que todavía le queda tiempo hasta que Will la vaya a buscar coge su móvil y llama a Charlie. Necesita hablar con alguien.
—¡Hola, Lizzie!
—Hola.
—¿Va todo bien?
—Sí... bueno, no. —suspira—. No lo sé.
—No quieres contárselo, ¿verdad?
—¡No es eso! Me encantaría decírselo porque tiene que saber la verdad por mi parte. Es solo que tengo miedo de que se lo tome a mal.
—¿Y cuándo se lo vas a decir, cuando te subas al avión? —A pesar de sus palabras, el tono de su hermano no es de reproche—. Mira, Lizzie, Will es el tío más comprensivo del mundo. Seguro que lo entenderá.
Suena el timbre y al rato el mayordomo de la casa se acerca a su dormitorio para decirle a Liss que Will ya está en la puerta. Ella le da las gracias y cuando se va suelta todo el aire que tenía acumulado.
—Tengo que irme, Charlie.
—Todo saldrá bien, Lizzie.
—Gracias. Oye, que sepas que papá y mamá se alegran mucho del trabajo que has hecho con el caso del cura.
—Lo sé, me llamaron el otro día para felicitarme. —Por mucho que lo intentase Charlie no puede ocultar el entusiasmo en su voz—. ¡Hermanita, pásalo bien!
Ella cuelga antes de bajar las escaleras y cuando pasa por delante del salón hacia la puerta de la salida la voz de Helen la detiene:
—Lisbeth, ¿tienes un momento?
—¿Tiene que ser ahora? Me están esperando...
—Solo será un minuto.
Liss inclina la cabeza hacia un lado mientras se acerca a sus padres, que no dejan de mirarse con un brillo culposo en sus ojos. ¿Qué es tan importante para entretenerla? La respuesta se la da su padre:
—Solo queríamos decirte que... lo sentimos mucho. —Se pasa la mano por el pelo grisáceo. Liss frunce el ceño. Uno de los rasgos que ha heredado de Edward es su orgullo y por eso le parece muy raro verlo pedir disculpas por algo—. Sentimos haber sido tan exigentes contigo y haberte hecho sufrir sin darnos cuenta. Creíamos que por fin lo estábamos haciendo bien después de equivocarnos tanto con tus hermanos. Y cuando pasó lo de Philip nos volvimos más paranoicos todavía.
El embajador británico podía dar discursos de más de diez páginas de memoria, sin temblar y manteniendo una elocuencia envidiable que le había legado a sus hijos, pero parece un niño exponiendo su primer trabajo en clase ahora que está dispuesto a hablar de sus sentimientos.
—Ya sigo yo, querido —interrumpe Helen, poniendo una mano sobre el hombro de su marido—. Lo que queremos decir es que no sabíamos que tú querías aprender a caminar por la vida por ti misma y nos dimos cuenta de ello cuando aparecieron tus amigos y William. Nos centrábamos tanto en que no podías equivocarte porque supondría un fracaso para nosotros que no sabíamos que te habíamos encerrado en una jaula de oro.
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Nube Arcoíris
Teen FictionUna chica ambiciosa que no sabe qué hacer con su vida, un músico enamoradizo que vive con el corazón roto, un creyente con una crisis de fe, una aristócrata en una jaula de oro, una artista a la que le cuesta expresarse, el nuevo vecino del barrio q...