Capítulo 29

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18 de mayo

Se acercan los exámenes finales y Jim tiene ganas de tirar sus apuntes de matemáticas por la ventana para dejar que los pájaros que viven en las casitas que él había hecho para ellos fabricasen sus nidos con trozos de las hojas de papel. Pero no iba a entrar en una buena universidad para estudiar Ingeniería si no se ponía las pilas con los números.

Pero es que el calor agradable que entra por la ventana le llama a pasar la tarde del domingo tirado en el jardín bajo el sol sin hacer nada e inmediatamente le da pereza seguir estudiando, así que cierra sus apuntes para no tocarlos más en lo que queda del día y se recuesta en su silla, frotándose los párpados.

De repente su móvil se llena de notificaciones y no deja de sonar hasta que Jim lo coge y lo desbloquea para mirar el chat de la cuadrilla. Hay muchos mensajes mencionándole y hace lo que puede para llegar al principio de la conversación mientras no dejan de llegar más mensajes.

WILL: JIM TÍO PON LA TELE

FIFÍ: será más fácil que mire Twitter

JIM: ¿Qué ha pasado?

MANDY: 2 PALABRAS

MANDY: CURA

MANDY: PEDERASTA

MANDY: DETENIDO

LISS: eso son tres...

MANDY: las dos primeras

MANDY: son lo mismo

BRI: ...

LISS: ...

VINNIE: ...

Jim entra en la aplicación de Twitter de su móvil y teclea «Padre Phelps» en el buscador. Su pantalla se llena enseguida de titulares similares: «Detenido sacerdote local tras confesar pederastia en el seno de su parroquia»; «Pastor de una comunidad confiesa abusos a menores».

Decide entrar en uno de aquellos artículos y con cada frase que lee su alegría no hace más que aumentar: tras una campaña en Internet y en la calle de «linchamiento» y «caza de brujas», según las propias palabras del cura, y que había aumentado tras su denuncia al periódico de Charlie, al final al padre Phelps no le quedó otro remedio que confesar los intentos de abusos a menores, y también los consumados, por parte de él y varios compañeros de parroquia. Y eso fue más que suficiente para que la policía lo detuviese.

Sigue leyendo hasta que llega a las medidas que van a imponer contra el sacerdote, principalmente la expulsión de su diócesis y la retirada de los reconocimientos concedidos por sus servicios a la comunidad, todo eso añadido a que probablemente ese hombre ingresará en prisión.

La euforia hacía que le dieran ganas de saltar y gritar porque se acabó la pesadilla para él y todas las víctimas de ese malnacido. Puede volver a creer en la justicia y le da gracias a Dios una y mil veces por haberle dado fuerzas para aguantar todo este tiempo.

Salie corriendo de su cuarto, casi tropezándose con las escaleras al bajar, y pide a sus padres que enciendan la tele. En la pantalla se retransmite lo mismo que él había leído en Twitter y en una de las imágenes se ve a la policía sacando esposado al padre Phelps de su casa y un enjambre de reporteros que apareció rodeándolo con sus micrófonos y grabadoras apuntando a cara del sacerdote que intenta taparla como puede en su camino hacia un coche patrulla.

Los tres se abrazan, locos de alegría dándose cuenta de que pueden respirar tranquilos tras demasiado tiempo. Ya el aterrador fantasma del pasado no los va a atormentar más ni a ellos ni a otras familias.

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