Te duele la cabeza

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Lisa supo que algo no iba bien en cuanto llegó a casa.

Toda la casa estaba a oscuras. Las persianas estaban cerradas, las cortinas opacas completamente cerradas para que no entrara absolutamente nada de luz. Había mucho silencio, lo que también era muy inusual teniendo en cuenta que era sólo el comienzo de la noche.

Lisa pensó al principio que no estabas en casa, pero luego recordó que tu coche estaba aparcado en la entrada. No podía oír el sonido de la televisión o de la música en ninguna parte de la casa. Así que empezó a subir de puntillas las escaleras, donde casi se tropezó con sus propios pies porque estaba muy oscuro.

Abrió la puerta del dormitorio y te vio tumbado en la cama con la cara hundida en las almohadas. Te sobresaltaste cuando te puso la mano en tu espalda.

—Lo siento—. Murmuró mientras se metía con cuidado en la cama a tu lado. —¿Estás bien?

—No. Me duele mucho la cabeza—. Susurraste, encontrando que cada ruido era una molestia y sólo causaba que tu cabeza latiera más y más fuerte.

—¿Necesitas algo?

—Tal vez un poco de agua. No he salido de la cama porque me mareo un poco al moverme—. Ella asintió y se levantó para traerte un poco de agua. Te ayudó a darte la vuelta y a tomar unos sorbos antes de volver a acostarte.

Esta vez no volviste a enterrar la cara en las almohadas. Estaba lo suficientemente oscuro, así que dejaste caer tu cabeza sobre el pecho de tu novia.

—¿Necesitas algo más?

Negaste con la cabeza y te limitaste a enterrar tu cara en su camisa.

—Está bien. Intenta dormir un poco, cariño. Tal vez te haga sentir un poco mejor—. Lisa susurró suavemente mientras te salpicaba la frente con besos y empezaba a pasar sus dedos por tu cálida espalda.

Su tacto te ayudó a calmarte un poco, lo suficiente como para relajarte y dejar que tus ojos se cerraran.

Empezó a tararear, pero en voz baja para no empeorar tu dolor de cabeza.

—Te amo. Espero que te sientas mejor pronto.

Pronto te quedaste dormida, pero Lisa no dejaba de frotarte la espalda. Ella simplemente te sostuvo cerca, sin dejar de consolarte  incluso mientras dormías pacíficamente  en su cálido abrazo.

Lisa Imaginas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora